Page 159 - El Islam cristianizado : estudio del "sufismo" a través de las obras de Abenarabi de Murcia
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148       Parte  II. — Doctrina espiritual de Abenarabi
        vicio llevar el hábito que el maestro le impuso, fuera del acto de su
       imposición ceremonial (1).
          No quiere esto decir, sin embargo, que los profesos y novicios se
        confundieran con los seglares por su  traje. Abenarabi,  al llamarlos
        sufies, implícitamente les atribuye hábito de lana, ya que tal es el ori-
        gen de la voz sufí (de suf, lana)  ; y aunque usa a menudo las voces
        genéricas y vagas de traje o vestido (tsaub, labs), no deja de emplear
        también  el término  (privativo del hábito religioso musulmán)  jirca,
        es  decir, "manto o  escapulario usado,  lleno de jirones y remien-
       dos" (2). No recuerdo haber encontrado en sus obras la voz morácaa,
       que también significa "túnica llena de remiendos" (3), pues en gene-
        ral rehuye Abenarabi prescribir una determinada manera de vestir uni-
        forme para los que se consagran a la vida devota, dejando la elección
        a la libre iniciativa de cada cual, aunque conforme a las costumbres
        del país y las exigencias del clima y con estas solas recomendaciones
        positivas: que la tela no sea de valor; que el hábito no sirva más que
        para cubrir honestamente la desnudez; que no lo laven jamás y que
        los devotos que hacen profesión de ascetas (zohad) usen hábito cor-
       to (4).

         (1)  Arnr, 92. Es lo mismo que exactamente ocurría en el monacato cristia-
       no: dentro de la celda o del cenobio, jamás se servían del hábito que del maes-
       tro  recibieron  en  el  acto solemne  de  la  profesión,  salvo para  la mortaja.
       Cfr. Besse, 251, 253, 545.
         (2)  Arnr,  103. De su maestro  el Cabailí dice expresamente que vestía de
       lana. Cfr. Risalat al-cods, § 20.
         (3)  Sobre  los varios nombres de  hábito  religioso,  usuales  en  el  islam,
       véase a Massignon, Halla),  s.  v. khirqah, moraqqa'ah.
         (4)  Arnr,  100,  113.  Cfr. Tohfa,  9, donde Abenarabi por incidencia da a
       entender que  el hábito constaba sólo de alquicel con capucha. Y aunque de sí
       mismo  dice en  su Risalat al-cods  (II, B), que durante su estancia en Meca
       vestía camisa, túnica, zaragüelles, jubón, capa, turbante y zapatos, también es
       cierto que atribuye esta riqueza de prendas a imperfección, por contagio, sin
       duda, de las relajadas costumbres orientales, a que reiteradamente alude en
       dicho opúsculo cuando zahiere la vana ostentación de los sufies conventuales,
       que usaban túnicas limpias y nuevas, con fimbrias de llamativos colorines y
       amplias mangas, zaragüelles afeminados, rosarios con vistosos adornos, bácu-
       los para caminar y lujosos tapices para la oración. Ibid,  l.
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