Page 161 - El Islam cristianizado : estudio del "sufismo" a través de las obras de Abenarabi de Murcia
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150      Parte  II. — Doctrina espiritual de Abenarabi
        también vedada a los novicios, salvo en presencia del maestro o en
       los actos de comunidad (1). Cuando salían a  la calle, hacíanlo todos
       juntos en grupo, guardando escrupulosamente la modestia en  el mi-
        rar, con la vista baja y  e! pensamiento en Dios, sin volver la cabeza
        atrás o a los lados, y no rompiendo jamás la uniformidad ni para re-
        coger del suelo algo que cualquiera hubiese perdido. De volverse, ha-
        cíanlo todos a la vez (2).
          Dentro del cenobio,  la vida estaba reglada minuciosamente.  iNo
        consta de manera taxativa ia distribución de las horas del día, pero
        sí consigna Abenarabi los distintos actos de comunidad que las llena-
        ban. Aparte del tiempo indispensable para la comida en común y para
        e! sueño, nos habla de tres actos de comunidad: primero,  la oración
        litúrgica, a cuyas horas debían todos congregarse con toda pnntuali-
        dad en  la mezquita; segundo,  el ejercicio devoto del rezo a coro de
        las jaculatorias acostumbradas; tercero, el canto religioso de poesías
        místicas (del que trataremos aparte), al cual sólo debían concurrir los
       profesos, con exclusión de los novicios o aspirantes (3).
          Había, además, a cargo del maestro o superior del cenobio, clases
       de ascética y mística, tres en número, distribuidas, al parecer, en dis-
       tintos días de la semana: una clase de ascética elemental, a la que eran
        admitidas también con los novicios las gentes del vulgo profano; otra
        de ascética monacal, para solos y todos los novicios en común; y otra,
        en  fin, individual, para cada novicio por separado. De  ellas,  la se-
        gunda era diaria, mientras que la tercera no podía estar sujeta a día
        determinado, pues equivalía en cierto modo a  la dirección espiritual
        del novicio por su maestro, es decir, algo así como la confesión cris-
        tiana, aunque sin  el carácter que ésta tiene de rito sacramental, pues
        limitábase a declarar el novicio con sinceridad plena  el estado de su
        conciencia, pecados y defectos, virtudes y perfecciones, gracias y fa-
        vores divinos, con el fin de facilitar así al maestro su tarea de correc-
        ción y dirección espiritual. Las clases primera y segunda dábanse en

          (1)  Amr, 87, 88, 97,  100.
          (2)  Amr, 94, 112; Tadbirat, 236.
          (3)  Amr,  92,  95,  102,  103;  Tadbirat,  238.
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