Page 196 - El Islam cristianizado : estudio del "sufismo" a través de las obras de Abenarabi de Murcia
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La escena del canto religioso, según Abenarabi  1 85
       pectaculares excrescencias del primitivo ejercicio no parece que se le
       hubieran sobreañadido aún en la época en que Abenarabi lo conoció al
       llegar a oriente. Las minuciosas descripciones que del samáa nos ha
       conservado en el Amr (1) sugieren más bien que el ejercicio del canto
       religioso conservaba todavía los rasgos esquemáticos esenciales de las
       sinaxis o congregaciones conventuales que Casiano describía en  el
       siglo v y que al principio de este artículo hemos transcrito en resumen.
          Intentemos evocar  la escena, a  la vista de  las descripciones de
       Abenarabi. Un recinto, cerrado a los profanos, es el lugar en que la
       sesión de canto religioso se desarrolla: sólo los iniciados en la vida
       mística, es decir, los sufies profesos, son a ella admitidos; exclúyense
       cuantos no siguen la misma regla de la comunidad allí reunida y los
       novicios o aspirantes cuya prematura formación espiritual los incapa-
       cita para la experiencia de los altos estados místicos; a fortiori se les
       niega el acceso a los seglares y a los mismos religiosos que, por re-
       fractarios a la práctica de este ejercicio, deban ser considerados tam-
       bién como profanos. Excepciones eventuales danse, sin embargo, para
       con los novicios, los que son admitidos cuando el maestro así lo deci-
       de. Las exclusiones no obedecen tan sólo a motivos esotéricos de una
       cierta disciplina del arcano, sino también— parece—a razones de psi-
       cología mística que Abenarabi apunta: para evitar que la presencia de
       espíritus profanos o que, aun siendo iniciados, no comulguen en las mis-
       mas ideas, sentimientos y aspiraciones, pueda turbar las almas de los
       oficiantes e impedirles, por distracción, preocupación o reserva, lograr
       el recogimiento indispensable para  la meditación y  la emoción  reli-
       giosa.
         Vestidos con su hábito ordinario, siéntanse todos en el suelo, pre-
       sididos por el anciano (xeij) o prior de la comunidad. Sólo uno de los
       hermanos permanece de pie: el cantor o solista (cawal) que ha de en-
       tonar el canto religioso. No siempre cuentan las comunidades, entre
       sus miembros, con un cantor experto, y entonces recurren a personas
       extrañas, ya sean religiosas, ya sean del vulgo profano, que reúnan

         (1)  Amr, 88, 95, 100-104. Cfr. Tadbirat, 237 y Risalat al-cods,  [-11.
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