Page 197 - El Islam cristianizado : estudio del "sufismo" a través de las obras de Abenarabi de Murcia
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186 Parte II. — Doctrina espiritual de Abenarabi
las condiciones técnicas de voz y de arte, aunque para ello haya que
romper con la rígida disciplina del arcano. Al asalariado cantor, en
tales casos, cólmasele de obsequios para que ponga en el desempeño
de su oficio todo el fervor y esmero que espontáneamente pondría
si
fuese miembro de la comunidad.
En toda hipótesis, la iniciativa en la elección de los cantos corres-
ponde al cantor: los oyentes no le piden que entone una canción deter-
minada, ni aun en el caso de que las elegidas hasta entonces carezcan
para ellos de la intensidad emotiva que apetecen. El prior, en tal caso
(o bien si nota en el cantor negligencia o hastío), le hace callar, y la
comunidad entretanto sustituye el canto religioso con letanías o ja-
culatorias, recitadas al unísono rítmicamente, o guardan silencio en-
tregados a la meditación. El repertorio de las canciones es rico y va-
riado: en su mayoría son poesías eróticas, transportadas en sentido
alegórico a lo divino, en las que se canta la unión amorosa del alma
con Dios; pero no faltan versos ascéticos, de tema desolador y triste,
para mover los corazones a penitencia y dolor, v. gr., la muerte y sus
terribles agonías, lo caduco de esta vida de acá abajo, los episodios
tremebundos del juicio final y las penas del infierno.
De pronto, la devoción sensible, provocada por las ideas que la
canción sugiere, comienza a hacer sus efectos: uno de los hermanos,
como movido por un resorte, yérguese en medio de la comunidad, arro-
bado por el éxtasis, y se queda de pie inmóvil o prorrumpe fuera de
sí en frases enigmáticas y audaces. La comunidad entera levántase en-
tonces, siguiendo el ejemplo del hermano extático, hasta que pasado
el trance vuelve éste a sentarse y tras él todos, para reanudar el ejer-
cicio interrumpido. A veces, la comunidad sigue sentada, sin inmutarse
ni abandonar su tranquila actitud, aunque un hermano surja con todas
las apariencias del rapto. Es que advierten, sin el menor asomo de
duda, que los síntomas del éxtasis auténtico, la insensibilidad total
señaladamente, faltan, y rehusan por ello cooperar a la simulación de
los favores divinos. A menudo, sin embargo, aun convencidos de que
el éxtasis no es auténtico, levántanse unánimes con el que se yergue,
cuando se dan cuenta de que éste, sin haber perdido la conciencia, in-