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que no la amaba tuvo que hacer un inmenso esfuerzo de
imaginación. Hasta temí que no hubiera modo humano de
hacérselo comprender. Pero, en fin, lo ha comprendido mal o
bien, puesto que esta mañana me dio la admirable prueba de
talento de manifestarme que he logrado conseguir que ella me
aborrezca.
¡Te garantizo que ha sido un trabajo digno de Hércules! Si
cumple lo que me ha dicho, se lo agradeceré en el alma. Vaya,
Isabel, ¿has dicho la verdad?
¿Estás segura de que me odias? Sospecho que ella hubiera
preferido que yo me comportara ante ti deshecho en dulzura,
porque la pura verdad ofende su soberbia. Me tiene sin
cuidado. Ella sabe que el amor no era mutuo. Jamás la engañé
a este respecto. No dirá que le haya dado ni una prueba de
amor. Lo primero que hice cuando salimos de la Granja juntos
fue ahorcar a su perro, y cuando quiso defenderle, me oyó
expresar claramente mi deseo de ahorcar a todo cuanto se
relacionara con los Linton, excepto un solo ser. Quizá creyera
que la excepción se refería a ella misma y le tuviera sin cuidado
que se hiciera mal a todos los demás, con tal que su valiosa
persona quedase exenta de daño. Y dime, ¿no constituye el
colmo de la mentecatez de esta despreciable mujer el suponer
que yo podría llegar a amarla? Puedes decir a tu amo, Elena,
que jamás he tropezado con nadie más abyecto que su
hermana. Deshonra hasta el propio nombre de los Linton.
Alguna vez he intentado suavizar mis experimentos para
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