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hecho de que calle percibo una prueba de lo que siente. ¡Vaya
una demostración de sosiego que es el que suela sentir
angustias y preocupaciones! ¿Cómo diablos dejaría de sentirse
trastornada, viviendo en ese horrible aislamiento? Y luego, ese
despreciable ser que la cuida «porque es su deber...» «¡Su
deber!» Antes germinaría en un tiesto la semilla de roble que él
logre restablecer a su esposa con ese género de cuidados.
Vaya, concluyamos. ¿Optas por quedarte aquí mientras yo me
abro paso a la fuerza, entre Linton y sus criados, hasta
Catalina? ¿O prefieres obrar amistosamente, como hasta
ahora? Resuelve pronto, porque si continúas encerrada en tu
obstinación, no tengo un minuto que perder.
Por más que argumenté y me negué, acabé teniendo que ceder.
Consentí en llevar a mi señora una carta de Heathcliff y en
avisarle si ella accedía a verle aprovechando la primera ocasión
en que Linton estuviera fuera de casa. Yo procuraría quedarme
aparte y me las ingeniaría para que la servidumbre no se diese
cuenta de aquella visita.
No sé si obré bien o mal. Acaso mal. Pero yo me proponía con
ello evitar otras violencias y hasta pensé que acaso el
encuentro produjese una reacción favorable en la dolencia de
Catalina. Después, al recordar los reproches que el señor Linton
me hiciera por contarle historias, como él decía, me tranquilicé
algo más y me prometí finalmente que aquella traición, si así
podía llamarse, sería la última. Pero, con todo, volví a casa más
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