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triste de lo que había salido de ella, y antes de resolverme a

                  entregar la carta de Heathcliff a la señora Linton dudé mucho.


                  —Allí veo venir al médico. Voy a bajar y a decirle que se


                  encuentra usted mejor, señor Lockwood. Este relato es un poco

                  prolijo y todavía nos hará gastar una mañana más en contarlo

                  entero.


                  «Prolijo y lúgubre —pensé, mientras la buena señora bajaba a


                  recibir al médico. No es del estilo que yo hubiera, elegido para

                  entretenerme. En fin: ¡qué le vamos a hacer! Convertiré las

                  amargas hierbas que me propina la señora Dean en salutíferas


                  medicinas y procuraré no dejarme fascinar por los brillantes

                  ojos de Catalina Heathcliff. ¡Sería muy notable, ciertamente,

                  que se me ocurriera enamorarme de esa joven y la hija


                  resultase una segunda edición de su madre!»




































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