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Yo abrigaba la esperanza de que la paz se restableciera
entonces, porque me dolía mucho que el amo estuviera
pagando las consecuencias de su buena acción. Suponía que
los disgustos familiares estaban amargando su vejez. Por lo
demás, hacía cuanto quería, y las cosas no hubieran ido del
todo mal a no ser por la señorita Catalina y por José el criado.
Supongo que usted le habrá visto... Era, y debe de seguir
siendo, el más odioso fariseo que se haya visto nunca, siempre
pronto a creerse objeto de las bendiciones divinas y a lanzar
maldiciones en nombre de Dios sobre su prójimo. Sus sermones
producían mucha impresión al señor Earnshaw, y a medida que
éste se iba debilitando, crecía su ascendiente sobre él. No
cesaba José un momento de mortificarle con consideraciones
sobre la salvación eterna y sobre la necesidad de educar bien y
rígidamente a sus hijos. Procuraba hacerle considerar a Hindley
como a un réprobo, y le contaba largos relatos de diabluras de
Heathcliff y Catalina, sin perjuicio de acumular las mayores
culpas sobre ésta, con lo que creía adular las inclinaciones del
padre.
Desde luego, era la niña más caprichosa y traviesa que se haya
visto jamás, y nos hacía perder la paciencia mil veces al día.
Desde que se levantaba hasta que se acostaba no nos dejaba
estar un minuto tranquilo. Tenía siempre el genio pronto a la
disputa y no daba nunca paz a la lengua. Cantaba, reía y se
burlaba de todo el que no hiciese lo mismo que ella. Sin
embargo, creo que no tenía malos sentimientos, porque cuando
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