Page 63 - cumbres-borrascosas-emily-bronte
P. 63

C A P Í T U L O VI





                  El señor Hindley vino para asistir al entierro, y, con gran


                  asombro de la vecindad, trajo una mujer con él. Nunca nos dijo

                  quién era ni dónde había nacido. Debía de carecer de fortuna y

                  de nombre distinguido, porque, en otro caso, no hubiera dejado

                  de anunciar al padre su matrimonio.



                  Ella no causó muchas molestias en casa. Se mostraba

                  encantada de cuanto veía, excepto lo relacionado con el

                  sepelio. Viéndola cómo obraba durante la ceremonia, juzgué


                  que era medio tonta. Me hizo acompañarla a su habitación, a

                  pesar de que yo tenía que vestir a los niños, y se sentó,

                  temblando y apretando los puños. No hacía más que

                  preguntarme:



                  —¿Se lo han llevado ya?


                  Enseguida empezó a explicar de una manera histérica el efecto

                  que le producía tanto luto. Viéndola estremecerse y llorar, le


                  pregunté lo que le pasaba, y me contestó que temía morir. Me

                  pareció que tan expuesta estaba a morir como yo. Era delgada,

                  pero tenía la piel fresca y juvenil, y sus ojos brillaban como


                  diamantes. Noté, sin embargo, que cualquier ruido inesperado

                  la sobresaltaba, y que tosía de cuando en cuando; pero yo

                  ignoraba lo que tales síntomas pronosticaban, y no sentía,

                  además, afecto hacia ella.










                                                           63
   58   59   60   61   62   63   64   65   66   67   68