Page 19 - Los gusanos de la tierra y otros relatos de horror sobrenatural
P. 19
La frase llegó repentina y explosivamente, y un suspiro involuntario
surgió de los demás; la tensión se relajó.
—Estoy decidido, si sobrevivo a la noche, a partir hacia la costa a primera
hora de la mañana siguiente, jugándomela en las horripilantes praderas… con
eso. Pero por la mañana, no me atrevo. No sé en qué dirección se fue el
monstruo; y no me atrevo a arriesgarme a un encuentro con él en campo
abierto, desarmado como estoy. Así que, como si fuera un laberinto,
permanezco en el bungalow, y mis ojos se vuelven hacia el sol, que avanza
implacable por el cielo, descendiendo hacia el horizonte. ¡Ay, Dios! ¡Si
pudiera detener el sol en el cielo!
El hombre estaba presa de algún poder terrible; sus palabras nos saltaban
encima.
—Entonces, el sol desaparece del cielo y las largas sombras grises llegan
acechando a través de las praderas. Aturdido por el miedo, he atrancado las
puertas y las ventanas y he encendido la lámpara mucho antes de que el
último y débil resplandor del crepúsculo se desvanezca. La luz de las ventanas
podría atraer al monstruo, pero no me atrevo a permanecer en la oscuridad. Y
una vez más me planto en el centro de la habitación… esperando.
Hizo una pausa estremecedora. Luego continuó, con apenas algo más que
un susurro, humedeciéndose los labios.
—No se puede saber cuánto tiempo permanezco allí; el tiempo ha dejado
de existir y cada segundo es un eón; cada minuto es una eternidad que se
alarga en eternidades interminables. ¡Entonces, Dios! ¿Pero qué es eso?
Se inclinó hacia delante, la luz de la luna dibujando en su cara una
máscara de atención tan horrorizada que todos nosotros nos estremecimos y
echamos una mirada apresurada por encima del hombro.
—Esta vez no es la brisa nocturna —susurró—. Algo hace que las hierbas
crujan… como si un peso enorme, largo y flexible, estuviera siendo arrastrado
a través de ellas. Cruje por encima del bungalow y luego cesa… delante de la
puerta; entonces las bisagras gimen… ¡gimen! La puerta empieza a
abombarse hacia dentro… un poquito… ¡luego un poco más!
El hombre había estirado los brazos hacia delante, como si se agarrara con
fuerza a algo, y su aliento surgía en rápidas boqueadas.
—Sé que debería apoyarme contra la puerta y mantenerla cerrada, pero no
lo hago, no puedo moverme. Me quedo allí, como una oveja esperando el
sacrificio… ¡pero la puerta aguanta!
Una vez más, el suspiro que expresa sentimientos reprimidos.
Se pasó una mano temblorosa por la frente.
Página 19