Page 23 - Los gusanos de la tierra y otros relatos de horror sobrenatural
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LA VOZ DE EL-LIL



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                                         [Oriental Stories, octubre-noviembre, 1930]





                    Muskat,  como  muchos  otros  puertos,  da  cobijo  a  los  vagabundos  de

               numerosas  naciones  que  traen  consigo  sus  peculiaridades  y  sus  costumbres
               tribales. Los turcos se mezclan con los griegos y los árabes discuten con los
               hindúes. Las lenguas de medio Oriente resuenan en el ruidoso y maloliente
               bazar. Por lo tanto, no me pareció incongruente oír, al inclinarme sobre una

               barra  atendida  por  un  eurasiático  sonriente,  las  notas  musicales  de  una
               canción china sonando claramente a través del zumbido perezoso del tráfico
               nativo.  Ciertamente  no  había  nada  tan  sorprendente  en  esos  tonos  suaves
               como para provocar que el gran inglés que tenía a mi lado se sobresaltase,

               jurase y derramara su whisky con agua sobre mi manga.
                    Se  disculpó  y  censuró  su  torpeza  con  rotundas  obscenidades,  pero  noté
               que estaba alterado. Me interesaba como siempre me ha interesado su tipo;
               era  un  individuo  gallardo,  de  más  de  seis  pies  de  altura,  hombros  anchos,

               cintura estrecha, miembros pesados, el luchador perfecto, de rostro moreno,
               ojos azules y pelo tostado. Su estirpe es antigua en Europa, y su misma figura
               traía a la mente borrosos personajes legendarios —Hengist, Hereward, Cedric
               —, viajeros y luchadores natos salidos del molde bárbaro original.

                    Aún más, noté que estaba de humor parlanchín. Me presenté, pedí bebidas
               y esperé. El sujeto me dio las gracias, murmuró entre dientes, se bebió su licor
               apresuradamente y rompió a hablar de forma brusca.
                    —Usted  se  preguntará  por  qué  un  hombre  adulto  se  siente  tan

               repentinamente afectado por algo de tan poca monta… Bueno, reconozco que
               ese maldito gong me ha dado un susto. Es ese idiota de Yotai Lao, que trae
               sus  espantosos  pebetes  y  sus  budas  a  una  ciudad  decente…  Por  medio
               penique  sobornaría  a  algún  fanático  musulmán  para  cortarle  esa  garganta





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