Page 322 - Fantasmas
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FANTASMAS
mo de una rueda empujada por el vendaval. Me levanté y fui
hasta la ventana, aunque no esperaba ver nada. Sin embargo, la
luna estaba en el cielo y sus haces de luz se colaban entre las
copas de los árboles, mecidas por el viento como bancos de pe-
cecillos plateados que viven en aguas profundas y. brillan en
la oscuridad.
Había una bicicleta apoyada contra un árbol, de esas an- -
tiguas, con una rueda delantera gigantesca y la trasera tan pe-
queña que resultaba cómica. La delantera daba golpecitos: pin-
pin-pin. Un niño corrió por la hierba en dirección a ella; era
rechoncho y de pelo claro, iba vestido con una pijama blanca,
y al verle sentí un miedo repentino. Cogió el manillar de la b1-
cicleta y luego irguió la cabeza como si hubiera oído algo. Yo
maullé de miedo y me aparté de la ventana. El niño me miró.
Tenía ojos y dientes plateados y hoyuelos en sus regordetas me-
jillas de Cupido. Entonces me desperté en mi cama con olor a
naftalina, ahogando gemidos de temor en la garganta.
Cuando se hizo de día y conseguí despertarme definiti-
vamente, me encontré en la habitación principal, debajo de pe-
sados edredones y con el sol dándome en la cara. La huella de
la cabeza de mi madre todavía era visible en la almohada que
había junto a mi cabeza. No recordaba haber ido corriendo has-
ta allí durante la noche, y me alegraba de ello. A mis trece años
aún era un niño, pero tenía mi orgullo.
Me quedé allí tendido, como un lagarto sobre una roca
—atontado por el sol y despierto sin ser consciente de ello—,
hasta que oí a alguien descorrer una cremallera en el otro ex-
tremo de la habitación. Miré a mi alrededor y vi a mi padre
abriendo una maleta sobre la cómoda. El frufrú de los edredo-
nes debido a mis movimientos llamó su atención y volvió la ca-
beza para mirarme.
Estaba desnudo y el sol de la mañana bañaba su cuerpo
compacto y de baja estatura. Llevaba puesta la máscara de plás-
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