Page 327 - Fantasmas
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Joe HiLL
—Los adultos no pueden ir al bosque, porque el sende-
ro no es seguro para alguien de mi edad, ni siquiera puedo ver-
lo. Cuando te haces mayor desaparece de la vista. Yo lo sé por-
que tu padre y yo solíamos pasear por él, cuando veníamos aquí
de adolescentes. Sólo los jóvenes pueden orientarse en las ma-
ravillas y espejismos que pueblan el frondoso bosque.
Fuera, el día estaba gris y frío bajo el cielo de color de
panza de burro. Fui a la parte posterior de la casa para ver si
había leña amontonada, y cuando pasé por delante del dor-
mitorio principal mi padre golpeó el cristal. Fui hasta la venta-
na para ver lo que quería y me sorprendió mi reflejo en el cris-
tal, superpuesto a su cara. Yo llevaba todavía la máscara verde
de hojas, y por un momento lo había olvidado.
Abrió el batiente de la ventana y se asomó con la cara
oprimida bajo el caparazón de plástico transparente y sus ojos
azul hielo un tanto inexpresivos.
—¿Adónde vas?
—Al bosque, supongo. Mamá quiere que traiga leña pa-
ra encender la chimenea.
Sacó los brazos por la hoja abierta de la ventana y miró en
dirección al jardín, donde unas hojas anaranjadas revolotea-
ban en el lindero del césped.
—Me encantaría 1r.
—Pues ven.
Me miró y sonrió, por primera vez en aquel día.
—No, ahora no puedo. Te diré una cosa, ve tú y tal vez
me reúna allí contigo más tarde.
—Vale.
—Es curioso. En cuanto dejas este lugar te olvidas de
lo... puro que es. De cómo huele el aire. —Miró la hierba y
el lago otra vez, y después volvió la cabeza hacia mí—. Tam-
bién te olvidas de otras cosas, Jack. Escucha, no quiero que
olvides...
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