Page 332 - Fantasmas
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FANTASMAS



               —¿A qué juegan? —pregunté.
               —A una  especie  de póquer.  Se llama Manos  Frías,  por-
         que es  a lo único  que se puede jugar cuando  hace frío.
               El chico  negó con  la cabeza:
               —Es  de esos  juegos  en  que  se  van  inventando-las  reglas
         sobre  la marcha.
               Su voz,  que tenía un  cierto  deje adolescente,  me  resultaba
         familiar.                            d
               Pasé por encima  del tronco y la chica  se  arrodilló,  desli-
         zándose  hacia  la parte  más  oscura  bajo los tablones  de aglo-
         merado,  para hacerme  sitio.  No paraba de hablar  y barajar las
         gastadas  cartas.
               —No  es  difícil.  Reparto  cinco  cartas  boca  arriba  a cada
         jugador.  El que tiene  la mejor mano  gana.  Seguramente  te pa-
         rece  demasiado  fácil, pero  luego hay una  serie  de reglas muy
         divertidas.  Si sonríes  durante  la partida el jugador a tu izquierda
         puede cambiar  una  de sus  cartas  por una  tuya.  Si eres  capaz  de
         construir  una  casa  con  las tres  primeras  cartas  que  te reparten
         y los otros  jugadores  no  consiguen  derribarla  soplando puedes
         elegir tu cuarta  carta  de entre  toda la baraja. Si sacas  una  pren-
         da negra  los otros  jugadores  te tiran  piedras  hasta  matarte.  Si
         tienes  preguntas,  guárdatelas.  Sólo  el ganador puede hacerlas.
         El que pregunte  algo mientras  el juego está  en  marcha  pierde
         automáticamente.  ¿De acuerdo?  Empecemos.
               Mi primera  carta  era  una  Sota  Perezosa.  Lo  supe  por-
         que  lo ponía  en  la parte  de abajo y porque  era  un  dibujo  de
         un  paje de cabellos  dorados  que  estaba  recostado  en  unos
         almohadones  de seda,  mientras  una  chica  de harén  le limaba
         las uñas  de los pies. Hasta  que la chica no  me  dio mi segunda
         carta  —un  tres  de anillos—,  no  registré  mentalmente  lo que
         había  dicho  sobre  la prenda negra.

               —Perdona  —empecé  a decir—,  pero  ¿qué es  una...?
               La chica  arqueó las cejas  y me  miró  con  expresión  seria.



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