Page 337 - Fantasmas
P. 337

Joe HiLL


      tes  y ropas  negras  pintadas  sobre  el cuerpo.  Alarmado,  aparté
      la vista del espejo y la dirigí de nuevo  al sofá. Mi padre sonreía
      como  en  trance,  recostado  sobre  las manos  que  le acariciaban
      los hombros.  La tasadora  me  miraba  con  ojos entrecerrados.
            —No  es tu cara —me  dijo—. Nadie tiene una  cara  así, he-
      cha de hielo.  ¿Qué es  lo que escondes?
            Mi padre se  puso  rígido y se  le borró  la sonrisa.  Se en-
       derezó  y apartó los hombros  de la tasadora.
            —Ya  lo ha visto  todo —le dijo a la mujer—.  ¿Sabe ya lo
       que  quiere?
            —Empezaré  con  todo lo que hay en  esta  habitación  —di-
      jo ella, poniendo  una  mano  de nuevo  en  su  hombro  con  sua-
      vidad. Jugó un  momento  con  un  rizo de su pelo—. Puedo  que-
      dármelo  todo, ¿no?

            Mi madre  salió  del dormitorio  arrastrando  dos maletas,
      una  con  cada  mano.  Miró a la tasadora,  que  seguía  con  una
      mano  en  el hombro  de mi padre, dejó escapar  una  leve risa de
      asombro  —una  risa que sonó  como  «hum»  y que me  pareció
      que  significaba  más  o  menos  eso—  y, tras  coger  otra  vez  las
      maletas,  echó  a andar  hacia  la puerta.
           —Todo  está  en  venta  —dijo mi padre —.  Estamos  pre-
      parados para  negociar.
            —¿Y quién no  lo está?  —apuntó  la tasadora.
            Mi madre  dejó una  de las maletas  delante  de mí y me  hi-

      zo  un  gesto con  la cabeza para que la cogiera.  La seguí hasta la
      entrada  y después  volví la vista.  La tasadora  estaba  inclinada

      sobre  el sofá y mi padre tenía la cabeza hacia atrás, y la boca de
      ella estaba  en  la de él. Mi madre  se volvió  y cerró  la puerta.
            Caminamos  por  la creciente  oscuridad  hasta  el coche.
      El niño de la pijama blanca  estaba sentado  en  el césped y su  bi-
      cicleta se  hallaba  en  el suelo, a su  lado.  Estaba  despellejando  un
      conejo muerto  con  un  trozo  de cuerno,  y el estómago  del ani-
      mal estaba abierto y humeante.  Nos miró al pasar y sonrió  mos-



                                    TIN
   332   333   334   335   336   337   338   339   340   341   342