Page 336 - Fantasmas
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FANTASMAS



        principal.  Había supuesto  que sería un  hombre, pero  se  trataba
        de una  mujer de mediana  edad vestida  con  chaqueta de tweed
        y en  cuyos  cabellos  rubios  y ondulados  asomaban  algunas ca-
        nas.  Tenía unos  rasgos  austeros  y majestuosos,  unos  pómulos
        pronunciados  y expresivos  y unas  cejas arqueadas  propias  de
        la aristocracia  británica.
             —¿Ha visto  algo que le guste?
             —Tienen  algunas piezas magníficas  —dijo la tasadora  y
        dirigió la vista a los hombros  desnudos  de mi padre.
             —Bien —dijo mi madre—.  Por mí no  se preocupe.  —Me
        pellizcó suavemente  el brazo y acercándose  me  susurró—:  De-
        fiende  el fuerte.  Vuelvo  enseguida.
              Dirigió  a la tasadora  una  leve sonrisa  estrictamente  cor-
        tés y desapareció  en  el dormitorio  principal,  dejándonos  solos
        a los tres.
             —Lo  sentí mucho  cuando  me  enteré  de que Upton había
        muerto  —dijo la tasadora—.  ¿Lo echas  de menos?
              La pregunta  era  tan  inesperada  y directa  que  me  sor-
        prendió.  O tal vez  fue su  tono,  que no  me  pareció compasivo,
        sino  demasiado  curioso,  deseoso  de escuchar  algo triste.
              —Supongo.  Tampoco  es  que fuéramos  íntimos.  De todas
        formas,  creo  que tuvo  una  buena vida.
              —Desde  luego que sí —dijo.
              —Me  conformaría  con  que a mí me  fueran las cosas  la mi-
        tad de bien.
              —Verás  que sí —aseguró,  y puso  una  mano  en  la espalda
        de mi padre y empezó  a masajearle  cariñosamente.
              Fue  un  gesto  tan  natural  y obscenamente  íntimo  que  al
        verlo  sentí un  espasmo  en  el estómago.  Aparté la vista —tenía
        que  hacerlo—  y me  fijé por  casualidad  en  el espejo  de la pa-
        red del fondo del vestidor.  Las cortinas  estaban  entreabiertas  y
        pude ver  el reflejo de una  mujer de la baraja de pie detrás  de
        mí.  Era la reina  de espadas,  con  ojos negros  altivos  y distan-




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