Page 339 - Fantasmas
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Joe HiLL
—¿Recuerdas siquiera cómo se ganaba la vida?
De nuevo tuve que admitir que no. ¿Vendiendo seguros?
—¿No es genial este juego? —preguntó mi madre—.
Y hablando de juegos, ¿sigues teniendo la mano de cartas?
—¿Mi mano? —pregunté. Entonces me acordé y busqué
en el bolsillo de mi chaqueta.
—Te conviene guardarla. Es una mano realmente buena.
El Rey de Peniques. La Reina de Sábanas. Las tienes todas,
chico. Y te digo una cosa. Cuando lleguemos a casa, llama a
esa chica, Melinda.
Se rio de nuevo y se dio golpecitos en la barriga.
—Nos esperan buenos tiempos, chico. A los dos.
Me encogí de hombros.
—Ya puedes quitarte la máscara —dijo mi madre—. A no
ser que te guste llevarla. ¿Te gusta?
Bajé la visera del asiento del copiloto y abrí el espejo. Se
encendieron las luces automáticas y estudié mi nueva cara de
hielo y la que había debajo, deforme y humana.
—Desde luego —dije—. Soy yo.
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