Page 343 - Fantasmas
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Joe  Hit



     que vaya a llamar nadie en  absoluto,  excepto  para decirme  que
     no  se  sabe nada nuevo,  lo que equivaldría prácticamente  a de-
     cir que está muerto.  Y quizá deba admitir  que estoy escribien-
     do esto,  no para enseñárselo  a nadie, sino porque  no  puedo evi-
     tarlo y porque  una  página en  blanco  es la única audiencia  en la
     que puedo confiar para  contar  esta  historia.


          Mi hermano pequeño  no  empezó a hablar hasta que cum-
     plió cuatro  años.  Mucha  gente pensaba que era  retrasado.  Mu-
     cha gente  del lugar donde  nací,  Pallow,  aún  piensa  que  era
     retrasado,  o  autista.  Que conste  que  yo,  cuando  era  un  niño,
     medio  lo pensaba también,  aunque  mis padres me  dijeran que
     no  era  así.
          Cuando  tenía  once  años  le diagnosticaron  esquizofrenia
     juvenil. Después  llegaron otros  diagnósticos:  trastorno  de per-
     sonalidad,  esquizofrenia  depresiva  aguda. No  sé si alguna de
     esas  expresiones  define  en  realidad  lo que le pasaba o contra  lo
     que luchaba Morris.  Sé que cuando por fin descubrió  el lenguaje
     no  lo utilizaba  mucho.  También  que  siempre fue pequeño  pa-
     ra  su  edad, un  niño  de complexión  delicada,  manos  delgadas,
     largos dedos y cara  de duende.  Siempre era  extrañamente  inex-
    presivo, sus  sentimientos  se hallaban  ocultos  en  algún lugar de-
     masiado profundo para reflejarse en su cara  y daba la impresión
     de que nunca  parpadeaba.  A veces  mi hermano  me  recordaba  a
     esas  caracolas  cónicas  cuyo  interior  rosa  brillante  y en  espiral
    parece  esconder  alguna clase de misterio.  Te las llevas  a la ore-
    ja y da la impresión de que se  escuchan  las profundidades  de un
    océano  vasto  e impetuoso, pero  en  realidad  es  un  efecto acústi-
    co y lo que se escucha  es  el suave  rugido de...  la nada.  Los doc-

    tores  tenían  sus  diagnósticos,  pero yo, a la edad de catorce  años,
    tenía  el mío propio.
          Debido  a que  era  propenso  a dolorosas  infecciones  de
    oído, Morris  no  podía salir a la calle  en  invierno...  que  según



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