Page 341 - Fantasmas
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Reclusión  voluntaria














              o  sé para  quién  escribo  esto,  no  sé decir  tampoco
              quién lo leerá.  La policía no,  desde  luego. No sé lo
   que le ocurrió  a mi hermano  y no  les puedo decir dónde  está.
   Nada  de lo que pueda escribir  aquí les ayudará  a encontrarlo.
         Y de todas  formas  ésta no  es  una  historia  sobre  su  desa-
   parición,  aunque  sí trata  de una  persona  desaparecida  y menti-
   ría si dijera que  no  creo  que las dos cosas  estén  relacionadas.
   Nunca le he contado  a nadie lo que sé sobre Edward  Prior, que
   salió  del colegio un  día de octubre  de 1977  y nunca  llegó a su
   casa,  donde lo esperaban las papas  enchiladas  de su  madre.  Du-
   rante  mucho  tiempo,  uno  o dos años  después  de su  desapari-
   ción, me negué a pensar en mi amigo Eddie.  Evitaba hacerlo por
   todos  los medios  posibles.  En la escuela,  si pasaba junto a al-
   guien que estaba  hablando  de él —;¡he llegado a oír contar  que
   le robó marihuana  y dinero  a su  madre y huyó a California,  na-
   da menos!—,  fijaba la vista  en  algún punto  lejano y me  hacía
   el sordo.  Y si alguien se  me  acercaba  y me  preguntaba  directa-
   mente  qué pensaba  que  le había  pasado —de vez  en  cuando
   alguien lo hacía, ya que  se  sabía  que Eddie  y yo éramos  cole-
   gas—,  me  limitaba  a poner  cara  inexpresiva  y a encogerme  de
   hombros.  «A veces  hasta creo  que me  importa»,  decía.




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