Page 383 - Fantasmas
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Joe HiLL
—Puto callejón sin salida —dijo, y un túnel a su izquier-
da tembló conforme se arrastraba por él.
Entonces ya no supe muy bien dónde se encontraba. Trans-
currió casi un minuto y me di cuenta de que tenía los puños
cerrados y las manos sudorosas, de que prácticamente estaba
conteniendo la respiración.
—¡Eh! —dijo Eddie desde algún lugar, y me pareció no-
tar una cierta inquietud en su voz—. ¿Hay alguien rondando
por aquí?
Sonaba desde muy lejos, y me daba la impresión de que
estaba en una de las cajas situadas cerca de la luna.
Siguió un gran silencio. Para entonces la canción había
llegado al final y había empezado otra vez desde el principio.
Por primera vez presté atención a la letra, escuché lo que de-
cía. No era como la recordaba de cantarla en los campamen-
tos de verano. En un momento determinado la voz grave en-
tonaba:
Las hormiguitas de dos en dos, ua, ua
Las hormiguitas de dos en dos, ua ua
Las hormiguitas de dos en dos, ua, ua
el alce y la vaca diciendo adiós
¡Se metió en el Arca
y al chaparrón venció!
Sin embargo, la versión que yo recordaba me parecía que
decía algo de una hormiguita que se paraba a sacarse un clavo
que se le había metido en el zapato. Además aquella grabación
sin fin me estaba poniendo frenético.
—¿Qué pasa con esa cinta? —le pregunté a Morris—.
¿Por qué sólo tiene una canción grabada?
—No lo sé —me contestó—. Empezó esta mañana y no
ha parado. Lleva sonando todo el día.
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