Page 384 - Fantasmas
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                                   FANTASMAS

              Volví la cabeza  y me  quedé mirándolo  mientras  un  hor-
        migueo frío y de temor  me  recorría  el pecho.
              —¿Qué  quieres decir con  eso  de que  «no  ha parado»?
              —Ni  siquiera sé de dónde  viene —dijo Morris—.  Yo no
        he hecho  nada para que  suene.             E
              —¿Pero  no  hay un  casete?
              Morris  negó con  la cabeza  y por primera  vez  sentí  pá-
        nico.
              —¡Eddie!  —grité.
              No hubo  respuesta.
              —  ¡Eddie!  —grité  de nuevo  y empecé  a cruzar  la habi-
        tación  hacia  donde  había  oído  la voz  de Eddie  por  última
        vez—.  ¡Eddie,  contéstame!
              Desde una  distancia  absurdamente  lejana oí algo, un  tro-
        zo  de una  frase:  «Rastro  de migas de pan».  Ni siquiera  sona-
        ba como  la voz  de Eddie.  Las palabras  tenían  un  tono  cortan-
        te,  casi  altanero,  como  uno  de los  coros  que  suenan  en  esa
        canción  loca de remate  y absurda  de los Beatles,  «Revolution
        9», y no  era  capaz  de distinguir  de dónde  procedía,  no  estaba
        seguro  de si salía delante  o detrás  de mí. Di vueltas  y más vuel-
        tas  tratando  de localizar  el origen y de repente,  cuando  las hor-
        miguitas iban ya de nueve  en nueve,  la música  se calló.  Solté un
        grito de sorpresa  y miré  a Morris.
              Tenía  en  la mano  su  cúter  con  una  cuchilla  nueva  que
        sin duda  se  había  agenciado  en  mi cajón, y estaba  arrodillado
        cortando  la cinta  adhesiva  que  unía  la caja de entrada  con  el
        laberinto.
              —Ya está —dijo—.  Se ha ido. Trabajo terminado.  —Aplas-
        tó y dobló  la caja y la colocó  a un  lado.
              —¿De qué estás  hablando?
              No me  miraba.  Estaba  empezando  a desmontar  el labe-

        rinto  de forma metódica,  cortando  cinta, desmontando  cajas y
         apilándolas  junto a las escaleras.  Continuó  hablando:




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