Page 385 - Fantasmas
P. 385
Joe Hit
—Quería ayudarte. Dijiste que no se iría, así que le obli-
gué. —Levantó la vista un momento y me miró con esos ojos
suyos que parecían atravesarme—. Tenía que irse. Nunca te iba
a dejar en paz.
—¡Dios! —exclamé—. Sabía que estabas loco, pero no
imaginaba que estabas como una puta cabra. ¿Qué quieres decir
con eso de que se ha ido? Está ahí mismo. ¡Sigue en las cajas!
¡Eddie! —grité con voz algo histérica—. ¡Eddie!
Pero sí se había ido, y yo lo sabía. Sabía que se había me-
tido en las cajas de Morris y gateado hasta algún lugar desco-
nocido que no estaba en nuestro sótano. Empecé a mirar por
el fuerte, buscando ventanas, dando patadas a cajas, arrancán-
doles la cinta de embalar con las manos y dándoles la vuelta pa-
ra mirar dentro. Caminaba como loco, a trompicones y una vez
tropecé y estuve a punto de destrozar un túnel.
El interior de una de las cajas tenía las paredes recubier-
tas de un collage hecho con fotografías de personas ciegas: an-
cianos con ojos de color lechoso y semblantes inexpresivos, un
hombre negro con una guitarra de blues sobre las rodillas y ga-
fas de sol redondas y oscuras sobre la nariz, niños camboyanos
con pañuelos anudados sobre los ojos. Puesto que la caja no te-
nía ventanas, habría sido imposible ver el collage al pasar por
ella. En otra caja, tiras rosas de papel matamoscas que parecían
en realidad trozos secos de malvavisco colgaban del techo, pe-
ro no tenían moscas pegadas. En su lugar había varias luciér-
nagas, todavía vivas y brillando con un tono verde amarillen-
to por un instante, antes de apagarse. En ese momento no pensé
que estábamos en el mes de marzo y que por tanto era impo-
sible que hubiera luciérnagas. El interior de una tercera caja
había sido pintado de color azul cielo y decorado con ban-
dadas de pequeños mirlos, y en una esquina había lo que al
principio tomé por un juguete para gatos, una bola de plu-
mas con pelusas pegadas. Pero cuando di la vuelta a la caja
383