Page 381 - Fantasmas
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Joe HiLL
Eddie no se volvió, así que no pudo vernos.
—Joder —dijo—. ¿Alguna indicación de por dónde ten-
go que ir? :
—Ve hacia la música —dijo Morris.
Eddie movió la cabeza lentamente en un gesto de asenti-
miento, como si Morris le hubiera dicho algo obvio. Miró hacia
el túnel largo, oscuro y circular que se extendía ante él.
En un tono de voz perfectamente normal, Morris me ad-
virtió:
—No entres. No lo sigas.
Eddie comenzó a reptar hacia el centro del laberinto.
—¡Eddie! —exclamé repentinamente alarmado—. ¡Eddie,
espera un minuto! ¡Sal!
—¡Dios, qué oscuro está esto! —dijo Eddie como si no
me hubiera oído. De hecho, estoy seguro de que no me oyó.
Dejó de oírme en cuanto entró en el laberinto.
—¡Eddie! —grité—. ¡No entres!
—Más vale que haya alguna ventana más adelante —mur-
muraba Eddie hablando consigo mismo—. Si me da claustro-
fobia, me pongo de pie y destruyo esta mierda. —Tomó aire
y lo expulsó lentamente—. Vale, vamos allá.
La cortina se cerró detrás de sus pies y Eddie desapa-
reció.
Morris me soltó del brazo. Lo miré, pero él tenía los ojos
fijos en su enorme fortaleza, en el túnel de cartón en el que ha-
bía entrado Eddie. Podía oír a éste avanzar, alejándose de no-
sotros y salir por el otro extremo pasando a una gran caja de
un metro veinte centímetros de alto y sólo cincuenta centí-
metros de ancho. Oí cómo chocaba —rozando con el hombro
una de las paredes tal vez— y la caja se tambaleó ligeramente.
Había un túnel que iba hacia la derecha y otro hacia la izquierda.
Eddie eligió el que conducía hacia la luna. Desde el pie de las
escaleras del sótano podía oírle avanzar, veía las cajas temblar
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