Page 380 - Fantasmas
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FANTASMAS
—La has escondido y ahora quieres que la encuentre. Ca-
rajo, Morris, estás como loco, ¿sabes?
Bajó de un salto los tres últimos peldaños, haciendo una
cabriola que casi recordó a Gene Kelly bailando en una de sus
coreografías.
—¿Dónde está la galería? ¿Allí al final, dentro de la luna?
—No —contestó Morris—. Por ahí no vayas.
—Vale —dijo Eddie riendo—. De acuerdo. ¿Qué otras
fotos has colgado ahí dentro? ¿Tipas desnudas? ¿Te has mon-
tado un rinconcito íntimo para machacártela a gusto?
—No quiero que digas nada más. No quiero que estro-
pees la sorpresa. Entra y lo verás.
Eddie me miró. Yo no sabía qué decir, pero sentía una es-
pecie de trémula expectación en la que no faltaba una pequeña
dosis de inquietud. Quería y temía al mismo tiempo que Eddie
desapareciera en aquella desconcertante y genial fortaleza de
Morris. Eddie sacudió la cabeza.
—;¡Joder, esto es increíble! —Se puso a cuatro patas y en-
tró en la primera caja, no sin antes dirigirme una última mira-
da, que me sorprendió por la excitación casi infantil que deno-
taba. Fue una mirada que, por alguna razón, me inquietó. Yo
no sentía ningún deseo de reptar por aquel inmenso y oscuro
laberinto.
—Deberías venir —dijo Eddie—. Deberíamos ver esto
juntos.
Asentí sintiendo una ligera debilidad —en el lenguaje
de nuestra amistad no existía la palabra «no»— y empecé a ba-
jar las escaleras. Eddie apartó una de las cortinas de muselina
negra y la música salió de un largo túnel circular, una tubería
de cartón de casi un metro de diámetro: «Las hormiguitas de
tres en tres, ua, ua». Bajé el último peldaño y me dispuse a aga-
charme para entrar detrás de Eddie, cuando Morris caminó has-
ta mí y me sujetó del brazo con una fuerza inesperada,
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