Page 375 - Fantasmas
P. 375
Joe HiLL
yé en la cómoda y descansé la frente un instante en el borde.
Después, en-un susurro ronco que apenas oí yo mismo, dije:
—NOo me deja escapar.
—¿Por lo que pasó?
Entonces lo miré. Estaba inclinado sobre mi hombro, con
las manos dobladas sobre el pecho y las puntas de los dedos
aleteando, nerviosas. De manera que entendía lo que había pa-
sado... Tal vez no todo, pero sí algo. Lo suficiente. Sabía que
habíamos hecho algo horrible. Conocía la tensión que estaba a
punto de acabar conmigo.
—Olvídate de lo que pasó —le dije en voz más alta ya, ca-
s1 con un tono de amenaza—. Olvida todo lo que oíste. Si alguien
se entera... Morris, no puedes contárselo a nadie. Nunca.
—Quiero ayudar.
—Nadie puede ayudarme. —La verdad que encerraban
aquellas palabras fue como una bofetada. Después añadí, en un
tono triste y resignado—: Vete, por favor.
Morris frunció un poco el ceño y agachó la cabeza. Por
un momento pareció dolido, pero después dijo:
—Casi he terminado con el fuerte nuevo. Ya veo cómo
va a ser.
Después fijó sus ojos abiertos e intensos en mí:
—Lo estoy construyendo para ti, Nolan. Porque quiero
que estés mejor.
Dejó escapar un suspiro que sonó parecido a una risa. Por
un momento habíamos hablado casi como dos hermanos nor-
males que se quieren y se preocupan el uno del otro, casi co-
mo iguales. Durante unos segundos me había olvidado de las
fantasías de Morris. Había olvidado que para él la realidad era
algo que sólo atisbaba de vez en cuando entre el vaho de su ima-
ginación, de sus ensoñaciones. Para Morris, la única respuesta
posible a la infelicidad era construir un rascacielos con hue-
veras de cartón.
373