Page 377 - Fantasmas
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Joe HiLL
blemas de visión y tocando el piano en la sala de recreo, apo-
rreando las teclas de manera que hasta los sordos pudieran
oírla, y esas tardes yo me quedaba a cargo de la casa y de mi her-
mano. Llegó el jueves. Mi madre no llevaba fuera más de diez
minutos cuando Eddie llamó con el puño en la puerta de en-
trada.
—Eh, amigo —dijo—. ¿Sabes una cosa? Mindy Ackers
me acaba de dar una paliza en cinco partidas seguidas, así que
tengo que devolverle la fotografía. La tienes todavía, ¿no? Es-
pero que me la hayas cuidado bien.
—Encantado de devolverte tu puta foto —le dije algo ali-
viado al imaginar que sólo había venido para coger la foto y lar-
garse. Por lo general, no era tan fácil librarse de él. Se quitó las
botas y me siguió hasta la cocina—. Voy por ella. Está en mi
habitación.
—En tu mesilla de noche, supongo, pinche caliente —di-
jo Eddie riendo.
—¿Están hablando de la fotografía de Eddie? —pregun-
tó Morris. Su voz parecía subir flotando desde el sótano—. La
tengo yo. La estaba mirando. Está aquí abajo.
Esta afirmación probablemente me sorprendió a mí más
que a Eddie. Le había dejado muy claro a mi hermano que no
debía tocarla y no era propio de él desobedecer una orden di-
recta.
—Morris, te dije que no te acercaras a mis cosas —grité.
Eddie se detuvo en lo alto de las escaleras y miró hacia el
sótano con expresión maliciosa.
—¿Qué haces ahí abajo, pequeño pervertido? —le gritó
a Morris.
Éste no contestó y Eddie bajó las escaleras a grandes zan-
cadas, conmigo detrás. Se detuvo tres peldaños antes de llegar
abajo y, con los puños apoyados en las caderas, dirigió la vis-
ta al sótano.
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