Page 389 - Fantasmas
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Joe HiLL
Me ha contado que una vez desapareció todo un fin de sema-
na. —Bostezó y se tapó la boca con el dorso de la mano—.
De todas formas es normal que esté nerviosa, sobre todo des-
pués de lo que le pasó a su hijo mayor, que se escapó del cen-
tro de menores y es como si se lo hubiera tragado la tierra.
—Tal vez sea una tradición familiar —dije con voz aho-
gada.
—¿Qué?
—Desaparecer —dije.
—Desaparecer —repitió mi madre, y pasado un segundo
asintió —. Supongo que cualquier cosa puede convertirse en
tradición familiar, incluso eso. Buenas noches, Nolan.
—Buenas noches, mamá.
Estaba cerrando la puerta despacio cuando se detuvo e
inclinando el cuerpo me dijo:
—Te quiero, hijo.
Era algo que hacía siempre en los momentos más inespe-
rados y que siempre me tomaba desprevenido. Los ojos em-
pezaron a escocerme y traté de contestar algo, pero cuando abrí
la boca me di cuenta de que tenía un nudo demasiado grande
en la garganta como para que pudiera pasar el aire. Para cuan-
do conseguí dominarme mi madre ya se había ido.
Unos días más tarde me sacaron de la biblioteca y me
mandaron ir al despacho del subdirector, donde un detective
llamado Carnahan se había apropiado de la mesa. No recuerdo
gran cosa de sus preguntas ni de mis respuestas. Sí recuerdo que
los ojos de Carnahan eran del color del hielo compacto —un
azul blancuzco—, y que no me miró una sola vez en el curso
de nuestros cinco minutos de conversación. También recuer-
do que en dos ocasiones dijo mal el nombre de Eddie, llamán-
dole Edward Peers, en lugar de Edward Prior. La primera vez
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