Page 392 - Fantasmas
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FANTASMAS
taba arriba, en mi habitación, poniéndome la ropa de los do-
mingos, y mi madre me gritó que buscara unos zapatos bue-
nos en la habitación de Morris. Entré en su pequeño dormi-
torio —una cama cuidadosamente hecha, una hoja de papel en
blanco en un caballete de pintor, libros en las estanterías or-
denados alfabéticamente— y abrí la puerta del armario. De-
lante de todo estaba la hilera de los zapatos de Morris, y en un
extremo de la misma las botas de nieve de Eddie, las que se ha-
bía quitado en el recibidor antes de bajar al sótano y desapa-
recer para siempre dentro del fuerte gigante de Morris. Súbi-
tamente, las paredes de la habitación empezaron a hincharse
y deshincharse como unos pulmones. Me sentí mareado y pen-
sé que si soltaba el cerrojo de la puerta perdería el equilibrio
y me caería.
Entonces mi madre apareció en el pasillo.
—Llevo un siglo llamándote. ¿Los has encontrado?
Giré la cabeza y la miré un momento antes de volver los
ojos hacia el armario. Me incliné, cogí los zapatos de vestir de
Morris y cerré.
—Sí —dije—. Están aquí. Perdona, me he distraído un
momento.
Mi madre movió la cabeza:
—Todos los hombres de esta familia son iguales. Tu pa-
dre está en la luna la mitad del tiempo, tú te paseas por la casa
como hipnotizado, y tu hermano... juro por dios que un día
de éstos se va a meter en uno de sus fuertes y desaparecer pa-
ra siempre.
Morris aprobó un examen equivalente al título de bachi-
llerato poco antes de cumplir los veinte, y durante unos años
estuvo encadenando un trabajillo con otro, viviendo por un
tiempo en el sótano de mis padres y después en un apartamento
en New Hampshire. Trabajó envolviendo hamburguesas en
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