Page 391 - Fantasmas
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Joe HiLL
Entonces sentí un pinchazo de ira, no hacia ella, sino ha-
cia Eddie, un profundo desprecio por la costumbre que tenía
de hablar y burlarse de ella a sus espaldas.
—No —dije—, pero yo no me preocuparía por él. Te ga-
rantizo que, donde quiera que esté, no está pensando en ti.
La vi parpadear, dolida, y después rehuí su mirada y me
puse a caminar, sin volver la vista atrás y deseando no haber di-
cho nada. Porque, al fin y al cabo, ¿qué tenía de malo que Mindy
le echara de menos? Después de aquel día nunca volvimos a ha-
blar y no sé qué fue de ella al terminar la escuela. Tratas con
ciertas personas durante un tiempo y un buen día se las traga
la tierra y desaparecen para siempre de tu vida.
Hay otra cosa más que recuerdo de los días que siguie-
ron a la desaparición de Eddie. Como he dicho, trataba de no
pensar en lo que le habría pasado y evitaba mantener conver-
saciones sobre él. No resultaba tan difícil como cabría supo-
ner. Estoy convencido de que aquellos que me querían se es-
forzaban por no agobiarme, conscientes de que un amigo había
salido de mi vida sin una palabra de despedida. A finales de mes
era casi como si realmente no supiera nada de lo que había si-
do de Eddie, estaba empezando a sepultar mis recuerdos sobre
él —el puente sobre la autopista, las partidas de damas con
Mindy, sus historias sobre su hermano mayor, Wayne— detrás
de un muro cuidadosamente construido, de ladrillos mentales.
Pensaba en otras cosas. Quería un trabajo y estaba consideran-
do la posibilidad de entregar una solicitud en el supermercado.
Quería tener dinero para gastar, poder salir más de casa. AC/DC
daba un concierto en la ciudad en junio y quería comprar en-
tradas. Ladrillo tras ladrillo, tras ladrillo.
Y entonces ocurrió algo, una tarde de domingo de prin-
cipios de abril, cuando todos en la familia nos disponíamos a
salir hacia la casa de tía Neddy para comer un asado. Yo es-
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