Page 394 - Fantasmas
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FANTASMAS



      si fuera una  serpiente.  Los ojos parecían  salírsele  de las órbitas
      y tenía  las venas  de las sienes  hinchadas.  Murió  diez  minutos
      antes  de que  llegara  la ambulancia,  de un  ataque  fulminante
       al corazón.  Mi madre  lo siguió un  año más  tarde.  Cáncer  ute-
      rino.  Se negó a someterse  a ningún  tratamiento.  Tenía el co-
      razón  enfermo y el útero  envenenado.
            Yo vivo en Boston,  a casi una  hora de Wellbrook.  Me acos-
      tumbré  a visitar  a mi hermano  el tercer  sábado  de cada  mes.
      A Morris  siempre  le gustaron  el orden,  la rutina,  las costum-
      bres, saber exactamente  cuándo  iba a visitarlo.  Dábamos  paseos
      juntos. Me hizo una  cartera  con  cinta de embalar y un  sombre-
      ro  forrado  con  chapas de botellas  raras.  No sé qué ha sido de la
      cartera.  El sombrero  está sobre un  archivador  en  mi despacho,
      aquí en  la universidad.  A veces  lo cojo y hundo  en  él la nariz.
      Huele  como  Morris,  lo que equivale  a decir que huele como  el
      sótano  húmedo  y polvoriento  de la casa  de mis padres.
            Morris  consiguió un  empleo de mantenimiento  en Well-
      brook.  La última vez  que lo vi estaba  trabajando.  Me  encon-
      traba de paso por la zona  y me  acerqué,  aunque  era  un  día en-
      tre semana  y, por una vez,  me  salía de nuestra  rutina.  Me dijeron
      que lo encontraría  en  la zona  de carga y descarga,  detrás  de la
      cafetería.
            Estaba  en  un  callejón trasero,  junto al estacionamiento  de
      empleados,  detrás  de un  contenedor.  El personal de cocina  ha-
      bía sacado  allí cajas de cartón  vacías  y le habían  pedido a Mo-
      rris  que  las desmontara  y las atara  con  cordeles,  para  cuando
      pasara  el camión  de reciclaje.
            Acababa  de empezar  el otoño  y las copas  de los álamos
      gigantes  que  se  alzaban  detrás  del edificio  empezaban  a tor-
      narse  ya de un  color  cobrizo.  Me quedé junto al contenedor,
      observándolo  durante  un  momento.  No  sabía  que  yo estaba
      allí. Sostenía  una  gran  caja blanca  abierta por los dos lados  con
      ambas  manos,  dándole  la vuelta  una  y otra  vez,  mirándola




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