Page 398 - Fantasmas
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FANTASMAS
Al pie de las escaleras había un pequeño cubículo. Las
ventanas daban a una mesa desordenada y cubierta de mon-
tones de papeles. Un hombre negro robusto estaba sentado
detrás de ella, pasando las páginas de The Wall Street Journal.
Al verme de pie junto a las taquillas se levantó y se acercó has-
ta mí. Nos estrechamos la mano. La suya era áspera y fuerte.
Se llamaba George Prine y era el jefe de mantenimiento. Me
señaló el armario de Morris y se quedó a unos cuantos pa-
sos detrás de mí, con los brazos cruzados sobre el pecho, ob-
servándome mientras revisaba las cosas de mi hermano.
—Su chico era un muchacho con el que resultaba fácil lle-
varse bien —dijo Prine, como si Morris hubiera sido mi hijo
en lugar de mi hermano—. De vez en cuando se perdía en su
mundo, pero es algo bastante habitual en este lugar. Era bue-
no trabajando, sin embargo. No de los que checan tarjeta y des-
pués pierden el tiempo atándose las agujetas de las botas o char-
lando con los compañeros, como hacen otros. En cuanto llegaba
se ponía a trabajar.
En el casillero de Morris no había prácticamente nada.
Chándales, botas, un paraguas y un libro de bolsillo delgado y
de cubiertas desgastadas titulado Flatland.
—Claro que en cuanto salía del trabajo la cosa cambiaba.
Se quedaba horas por aquí, haciendo construcciones con sus
cajas, tan concentrado en lo suyo que se olvidaba de cenar si
yo no se lo recordaba.
—¿Qué? —pregunté.
Prine sonrió algo misteriosamente, como dando a enten-
der que yo estaba obligado a saber de qué me estaba hablando.
Caminó hasta la pared del muro divisorio y pulsó un interrup-
tor. Las luces se encendieron en la otra mitad del sótano. Al otro
lado del muro había una gran extensión de suelo bajo un techo
recubierto de tuberías y cinta de embalar. Todo este espacio es-
taba lleno de cajas dispuestas de modo que formaban un gigan-
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