Page 396 - Fantasmas
P. 396
FANTASMAS
—No. A papá. —Lo dijo como si se tratara de algo evi-
dente. Después me dio la espalda y cogió otra caja de gran
tamaño, observándola con cuidado—. Papá siempre me traía
cajas como ésta del trabajo. Él sabía lo emocionante que es co-
ger una caja y no estar seguro de lo que hay dentro. Podría en-
cerrar todo un mundo. ¿Quién puede saberlo, viéndola desde
fuera? Por fuera no tienen nada.
Casi habíamos apilado ya todas las cajas en un solo mon-
tón. Yo quería terminar ya, que fuéramos dentro y jugáramos
al ping-pong en la sala de recreo, dejar atrás aquella conversa-
ción. Dije:
—¿No se supone que tienes que atarlas?
Morris miró la pila de cajas y dijo:
—Olvidé el cordel. No te preocupes. Déjalas : aquí, des-
y
pués me ocupo de ellas.
Estaba atardeciendo cuando me marché. El cielo sobre
Wellbrook era una superficie lisa y sin nubes, teñida de viole-
ta pálido. Morris permaneció detrás de una ventana de la sala
de recreo diciéndome adiós con la mano. Yo lo saludé también
mientras me alejaba, y tres días más tarde me llamaron para de-
cirme que había desaparecido. El detective que me visitó en
Boston para comprobar si podía decirles algo que les ayudara
a encontrarlo sí se sabía el nombre de mi hermano, pero los re-
sultados de su investigación fueron tan infructuosos como los
de Carnahan con Edward Prior.
Poco después de que fuera declarado oficialmente per-
sona desaparecida, Betty Millhauser, la cuidadora de la clínica
que estaba a cargo de Morris, me llamó para decirme que ten-
drían que almacenar sus pertenencias «hasta su regreso» —una
expresión que pronunció en un tono de alegre optimismo que
me resultó bastante doloroso— y que, si quería, podía pasar a
recoger algunas cosas y llevármelas a casa. Dije que iría en cuan-
to tuviera una oportunidad, que resultó ser un sábado, preci-
394