Page 399 - Fantasmas
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Joe HiLL
tesco fuerte infantil, con al menos cuatro entradas diferentes, tú-
neles, toboganes y ventanas con siluetas extrañas y deformes.
Los exteriores estaban pintados con verdes helechos, flores
ondulantes y florituras del tamaño de una fuente para pasteles.
—Me gustaría traer aquí a mis hijos —dijo Prine—. De-
jarles meterse y jugar dentro un rato. Los volvería locos.
Me giré y comencé a caminar hacia las escaleras, conmo-
cionado, temblando de frío y respirando con dificultad. Pero
entonces, cuando pasé junto a George Prine, me sobrevino
un impulso y le sujeté un brazo y se lo apreté con más fuerza
de lo que habría querido.
—Mantenga a sus hijos alejados de aquí —dije en un su-
surro ahogado.
Me puso la mano en la muñeca, con suavidad pero con
firmeza y me hizo soltarle el brazo. Después me miró con re-
celo, sopesándome con calma y respeto, como lo haría un hom-
bre que acaba de ver a una serpiente salir de entre la maleza y
la sujeta por la cabeza para que no pueda morderle.
—Está usted tan loco como él —dijo—. ¿No ha pensado
nunca en trasladarse aquí?
He contado esta historia tan fielmente como me ha sido
posible, y ahora espero, después de este acto de confesión, ser
capaz de alejar a Eddie Prior de mi subconsciente. Compro-
baré si soy capaz de regresar a mi rutina de todos los días: cla-
ses, exámenes, lecturas, papeleo en el departamento de litera-
tura. Es decir, de reconstruir el muro ladrillo a ladrillo.
Pero no estoy seguro de que pueda repararse lo que se ha
destruido. El sudario es demasiado viejo, el muro está mal he-
cho. Yo nunca fui un constructor tan bueno como mi herma-
no. Últimamente he ido mucho a la biblioteca de mi antigua ciu-
dad, Pallow, para leer periódicos viejos en microfilm. Buscaba
un artículo, una nota breve sobre un accidente en la autopis-
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