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("oír el ruido que hacían esos chicos de Oahu al levantarse enroscarse y
                sacudir")
                   ("sacudir sacudir sacudir")
                   ("la realidad del mundo". Teatro de misterio. ¿"Te acuerdas del" Teatro de
                misterio? "Al principio se oía una risa de loco. Parecía la de Patrick Hockstetter.
                Qué degenerado de mierda, ese chico. Terminó liquidado y por lo que a mí
                   concernía, eso era")
                   ("mucho mejor que bueno, eso era %perfecto, lo máximo%")
                   ("bueno chicos adelante no os echéis atrás ahora, chicos buscad una buena ola
                y
                   (arrojad
                   (arrojadarrojadarrojad
                   (una ola y deslizaos con la tabla hacia el lado conmigo arrojad
                   (la línea arrojad el mundo pero conservad")
                   Un oído dentro de la cabeza. Y ese oído seguía percibiendo el ruido
                "laspannng"; un ojo dentro de la cabeza: seguía viendo la cabeza de Victor que se
                elevaba en el extremo de ese resorte, con los párpados, las mejillas y la frente
                tatuados con rosetas de sangre.
                   Henry miró a su izquierda, y vio que las casas habían sido reemplazadas por un
                seto alto, negro. Sobre él se veía la mole estrecha, sombríamente victoriana del
                Seminario Teológico. Ni una sola ventana dejaba pasar la luz. El seminario había
                despedido a su última promoción en junio de 1974. Ese verano había cerrado sus
                puertas y, a partir de entonces, lo que por él caminaba, caminaba a solas... y sólo
                con autorización de las parlanchinas mujeres que se daban el nombre de
                Sociedad Histórica de Derry.
                   Llegó al camino que llevaba a la puerta principal. Estaba cerrado por una gruesa
                cadena de la que pendía un letrero metálico: "Prohibida la entrada - Policía de
                Derry".
                   Los pies de Henry se enredaron en la huella y volvió a caer, pesadamente a la
                acera. Más arriba, un coche giró por Kansas, desde Hawthorne. Sus faros
                delanteros bañaron la calle. Henry pudo distinguir las luces del techo: era un
                coche de la policía.
                   Pasó a rastras bajo la cadena y siguió como un cangrejo hacia la izquierda hasta
                quedar oculto tras el seto. El rocío nocturno le pareció maravilloso contra la cara.
                Permaneció boca abajo, humedeciéndose las mejillas y bebiendo lo que podía.
                   El coche policial pasó sin aminorar la marcha.
                   De pronto encendió las luces de emergencia lavando la oscuridad con erráticas
                pulsaciones de luz azul. No hacía falta la sirena en esas calles desiertas. Pero
                Henry oyó que el motor aceleraba. Los neumáticos arrancaron un grito de
                sorpresa al pavimento.
                   "Me han descubierto", balbuceó su mente... y entonces notó que el coche se
                alejaba por Kansas. Un momento después, un gorjeo endiablado llenó la noche.
                Imaginó un enorme gato negro, sedoso, que avanzaba a saltos en la oscuridad,
                todo ojos verdes y pelaje algodonoso: "Eso" con otra forma, viniendo en su busca,
                viniendo para devorarlo.
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