Page 146 - La sangre manda
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Holly sabe que es poco probable que un mismo juez se ocupe de esas dos
clases de casos —y de uno nuevo cada tarde—, pero le da igual; los casos son
siempre interesantes.
«Civil, juez —responde Georgie, el ujier—. La demandante es la señora
Rhoda Daniels. El demandado es su exmarido, Richard Daniels. El objeto del
litigio es la custodia del perro de la familia, Bad Boy».
—Un caso de perros —comenta Pete—. Nuestra especialidad.
El juez Law se inclina sobre su mazo, que es larguísimo.
«¿Y está Bad Boy en el edificio, Georgie, amigo mío?».
«Está en una sala de detención, juez».
«Muy bien, muy bien, ¿y Bad Boy muerde, como su nombre podría
indicar?».
«Según el servicio de seguridad, parece un perro de carácter muy afable,
juez Law».
«Excelente. Oigamos qué tiene que decir la demandante sobre Bad Boy».
En este momento entra en la sala la actriz que interpreta a Rhoda Daniels.
En la vida real, como Holly sabe, la demandante y el demandado estarían ya
en sus asientos, pero así queda más teatral. Mientras la señora Daniels avanza
con un contoneo por el pasillo central luciendo un vestido demasiado ajustado
y unos zapatos de tacón demasiado alto, el locutor dice: «Volveremos a la
sala del juez Law dentro de solo un minuto».
Aparece un anuncio de un seguro de vida, y Holly se lleva a la boca la
primera chocolatina.
—Supongo que no puedo coger una, ¿verdad? —pregunta Pete.
—¿No estabas a dieta?
—A esta hora del día me da un bajón de azúcar.
Holly abre el cajón del escritorio —a regañadientes—, pero aún no ha
cogido la bolsa de chocolatinas cuando la anciana preocupada por cómo
pagará los gastos del funeral de su marido desaparece y da paso a un rótulo en
el que se lee: ÚLTIMA HORA. A esto sigue Lester Holt, y Holly sabe de
inmediato que se trata de algo grave. Lester Holt es la primera figura de la
cadena. Otro 11-S no, piensa Holly cada vez que ocurre algo así. Por favor,
Dios mío, otro 11-S no, ni un accidente nuclear.
Lester dice: «Interrumpimos la programación habitual para informarlos de
una gran explosión en una escuela de secundaria de Pineborough,
Pennsylvania, un pueblo a sesenta y cinco kilómetros al sudeste de Pittsburgh.
Nos comunican que se han producido numerosas víctimas, muchas de ellas
niños».
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