Page 147 - La sangre manda
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—Dios santo —exclama Holly. Se lleva a la boca la mano que tenía en el
cajón.
«Este dato no se ha confirmado por el momento, deseo hacer hincapié en
ello. Creo… —Lester se acerca una mano al oído, escucha—. Sí, de acuerdo.
Chet Ondowsky, de nuestra emisora filial en Pittsburgh, se encuentra en el
lugar de los hechos. Chet, ¿me oyes?».
«Sí —dice una voz—. Sí, Lester, te oigo».
«¿Qué puedes contarnos, Chet?».
La imagen pasa de Lester Holt a un hombre de mediana edad que, a juicio
de Holly, tiene rostro de noticiario local: no lo bastante atractivo para ser un
locutor de primera línea, pero presentable. Solo que lleva el nudo de la
corbata torcido, tiene un lunar junto a la boca sin maquillar y el pelo
alborotado, como si no le hubiese dado tiempo de peinarse.
—¿Qué es eso que hay a su lado? —pregunta Pete.
—No lo sé —responde Holly—. Calla.
—Parece una piña gigante…
—¡Calla! —A Holly no podría importarle menos la piña gigante, o el
lunar y el pelo revuelto de Chet Ondowsky; tiene la atención puesta en las dos
ruidosas ambulancias que pasan por detrás de él, muy cerca una de otra y con
las luces encendidas. Víctimas, piensa. Numerosas víctimas, muchas de ellas
niños.
«Lester, lo que puedo decirte es que, casi con toda seguridad, hay al
menos diecisiete muertos aquí en la escuela de secundaria Albert Macready, y
muchos más heridos. Nos ha facilitado esta información un ayudante del
sheriff del condado que ha preferido permanecer en el anonimato. Es posible
que el artefacto explosivo estuviera en la oficina principal o en un cuarto de
material cercano. Si te fijas allí…».
Señala, y la cámara sigue su dedo obedientemente. Al principio la imagen
se ve borrosa, pero cuando el cámara enfoca, Holly advierte un enorme
agujero en la fachada lateral del edificio. Hay un círculo de ladrillos
desperdigados por el césped. Y, mientras ella lo asimila —probablemente
junto con millones de personas más—, sale por el agujero un hombre que
viste un chaleco amarillo y sostiene algo en brazos. Algo pequeño con
zapatillas. No, con una sola zapatilla. Al parecer, la otra se la ha arrancado la
explosión.
La cámara vuelve al corresponsal y lo sorprende arreglándose el nudo de
la corbata.
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