Page 153 - La sangre manda
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Donde vivió aún durante una media hora. No pudieron hacer nada. No tan
afortunado después de todo, ¿eh?
—De acuerdo —dice Holly, y le da unas palmadas en la espalda. También
a ella se le escapan las lágrimas, y los mocos. Los nota brotar de su nariz. Aj
—. De acuerdo, Jerome. Está bien.
—No está bien. Y tú lo sabes. —Se echa atrás y la mira, con las mejillas
húmedas y resplandecientes, la perilla mojada—. Abrirle el vientre a ese perro
encantador y lanzarlo a la cuneta con los intestinos colgando, ¿y sabes qué ha
pasado después?
Holly lo sabe, pero niega con la cabeza.
—El pájaro ha volado. —Jerome se enjuga los ojos con la manga—.
Ahora está en la cabeza de otro, está mejor que nunca, y nosotros aquí
seguimos, joder.
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Justo antes de las diez, Holly abandona el libro que está intentando leer y
enciende el televisor. Echa un vistazo a los locutores de la CNN, pero no
soporta su parloteo. Lo que busca es información a secas. Cambia a la NBC,
donde un rótulo, acompañado de una música lúgubre, reza INFORME
ESPECIAL: TRAGEDIA EN PENNSYLVANIA. Ahora presenta Andrea
Mitchell desde Nueva York. Nada más empezar, anuncia a Estados Unidos
que el presidente ha expresado en un tuit «sus condolencias y su solidaridad»,
como hace después de cada uno de estos espectáculos de terror: Pulse, Las
Vegas, Parkland. A esa estupidez intrascendente sigue el recuento
actualizado: treinta y un muertos, setenta y tres heridos (Dios santo, cuántos),
nueve en estado crítico. Si Jerome estaba en lo cierto, quiere decir que al
menos tres de los heridos graves han muerto.
«Dos organizaciones terroristas, la Yihad Hutí y los Tigres de Liberación
de Tamil Eelam, han reivindicado la autoría del atentado —dice Mitchell—,
pero, según fuentes del Departamento de Estado, ninguno de los dos
comunicados es creíble. Se inclinan a pensar que el atentado puede haber sido
obra de un lobo solitario, similar al que perpetró Timothy McVeigh, que
causó una gran explosión en el edificio federal Alfred P. Murrah, en
Oklahoma City, en 1995. Esa bomba segó las vidas de ciento sesenta y ocho
personas».
Muchas eran también niños, piensa Holly. Matar niños en nombre de Dios
o de la ideología, o de lo uno y lo otro…, no hay infierno lo bastante
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