Page 158 - La sangre manda
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A Holly no le sorprende que la muerte de Lucky lo haya afectado tanto,
no solo por su extrema crueldad, sino también porque la familia Robinson
perdió a su querido Odell por una insuficiencia cardíaca congestiva hace un
año. Estos dos últimos días, el jueves y viernes, no ha habido perros en la lista
de casos, ni perdidos ni secuestrados, y mejor así, porque Holly anda muy
ocupada y Jerome está en casa con lo suyo. El proyecto, que empezó siendo
un trabajo para la universidad, se ha convertido en una prioridad para él, por
no decir en una absoluta obsesión. Sus padres tienen dudas acerca de la
decisión de su hijo de tomarse un «año puente». Holly, no. No piensa
necesariamente que Jerome vaya a sorprender al mundo, pero intuye que sí
conseguirá que el mundo se yerga y preste atención. Tiene fe en él. Y la
esperanza de Holly, también eso.
Solo puede seguir la evolución de los hechos relacionados con la
explosión en la escuela de secundaria de refilón, y ya está bien así, porque ha
habido pocas novedades. Ha muerto otra víctima —un profesor, no un alumno
—, y unos cuantos niños con heridas leves han recibido el alta de diversos
hospitales de la zona. La señora Althea Keller, la única persona que habló con
el repartidor/autor del atentado, ha recobrado el conocimiento, si bien tenía
poco que aportar, más allá del hecho de que el paquete procedía
supuestamente de un colegio escocés, y que esa relación transatlántica salió
publicada en el semanario de Pineborough, junto con una foto de grupo de la
Sociedad Nemo Me Impune (quizá resulte irónico, aunque es probable que
no, que los once Impunis, como se hacen llamar, salieran indemnes de la
explosión). La furgoneta apareció en un establo cercano, limpiada a fondo
para eliminar las huellas y cualquier rastro de ADN. La policía ha recibido un
aluvión de llamadas de personas deseosas de identificar al autor, pero ninguna
ha producido resultados. Las esperanzas de una captura rápida están dando
paso al temor de que el individuo no haya acabado, sino que ese sea solo el
comienzo. Holly espera que no sea así, pero su experiencia con Brady
Hartsfield la lleva a temer lo peor. Lo mejor que podría pasar, piensa (con una
frialdad que en otro tiempo le habría sido ajena), es que se suicide.
El viernes por la tarde, mientras termina el informe para Lake Fidelity,
suena el teléfono. Es su madre, y con una noticia que Holly esperaba desde
hacía tiempo con inquietud. Escucha, dice lo apropiado y permite que su
madre la trate como a la niña que piensa que Holly sigue siendo (pese a que la
finalidad de la llamada es exigir a Holly que se comporte como una adulta),
preguntándole si se acuerda de cepillarse los dientes después de cada comida,
si se acuerda de tomar su medicación con alimentos, si limita sus películas a
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