Page 180 - La sangre manda
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El señor Toomey debería cuidar su propia línea —está cavándose su
tumba con el tenedor y la cuchara—, pero no le corresponde a ella decírselo.
—Debería consultar con su abogado y un contable forense si se propone
demandar al señor Ellis —dice ella—. Mis cálculos no bastarán ante el juez.
—Delo por hecho. —Toomey se concentra en su panacota, demoliendo lo
que queda, y luego alza la vista—. No lo entiendo, Holly. Pensaba que se
alegraría más. Ha pillado a un mal elemento.
El grado de maldad de un vendedor dependería de la causa por la que
haya estado sisando, pero eso no es asunto de Holly. Se limita a dirigirle lo
que Bill llamaba su sonrisa de Mona Lisa.
—¿Le ronda algo más por la cabeza? —pregunta Toomey—. ¿Otro caso?
—No, nada de eso —responde Holly, lo que tampoco es mentira, en
realidad no; la explosión en la escuela Macready no es asunto suyo. Nadie le
ha dado vela en ese entierro, diría Jerome. Pero no puede quitarse de la
cabeza ese lunar que no era un lunar. Todo en Chet Ondowsky parece
legítimo, excepto aquello que le despertó dudas en un primer momento.
Hay una explicación razonable, piensa al tiempo que hace una seña al
camarero para pedirle la cuenta. Sencillamente no la ves. Déjalo correr.
Déjalo correr ya.
4
La oficina está vacía cuando regresa. Pete le ha dejado una nota en el
ordenador: «Rattner localizado en un bar junto al lago. Voy de camino.
Llámame si me necesitas». Herbert Rattner ha violado las condiciones de la
libertad bajo fianza con un largo historial de incomparecencias cuando se lo
ha emplazado ante el juez (cosa que ha ocurrido muchas veces). Holly desea
suerte a Pete mentalmente y se acerca al archivo, que ella —y Jerome, cuando
tiene ocasión— ha estado digitalizando. Así se quitará de la cabeza a
Ondowsky, piensa, pero no lo consigue. Al cabo de quince minutos, desiste y
abre Twitter.
La curiosidad mató al gato, piensa, pero la satisfacción lo resucitó. Solo
comprobaré este último dato, y luego volveré a mi rutina.
Encuentra el tuit escrito por Ondowsky en el restaurante. Antes se ha
concentrado en las palabras. Ahora es la fotografía lo que examina. Un
restaurante retro de la cadena Silver. Una monada de letrero de neón en el
ventanal. Aparcamiento delante, lleno solo a medias, y en ningún sitio ve la
unidad móvil de WPEN.
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