Page 188 - La sangre manda
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Hizo dos sesiones de cincuenta minutos con Morton, suficiente para
contarle la historia completa y sin adornos de su interacción con el visitante.
Le traía sin cuidado si el doctor Morton se lo creía todo, parte o nada. Lo
importante, en lo que a Holly se refería, era sacarse aquello de dentro antes de
que creciera como un tumor maligno. No recurrió a Allie para ese asunto por
miedo a que contaminara el trabajo que las dos venían haciendo con respecto
a otros de sus problemas, y Holly nada deseaba menos que eso.
Existía otra razón para acudir a un confesor secular como Carl Morton.
¿Ha visto a otro como yo en algún sitio?, había preguntado el visitante. Holly
no había visto a ninguno; Ralph, tampoco; pero las leyendas sobre esas
criaturas, conocidas entre los latinos a ambos lados del Atlántico como El
Cuco, rondaban desde hacía siglos. Así que… quizá sí había otros.
Quizá los había.
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Hacia el final de su segunda y última sesión, Holly preguntó:
—¿Puedo decirle lo que, según creo, piensa usted? Sé que es una
impertinencia, pero ¿puedo?
Morton le dirigió una sonrisa con la que tal vez pretendía alentarla pero en
la que Holly percibió condescendencia; sus reacciones no eran tan difíciles de
interpretar como quizá él se complacía en creer.
—Adelante, Holly. Este tiempo le pertenece.
—Gracias. —Ella había entrelazado las manos—. Debe de saber que al
menos parte de mi historia es cierta, porque se dio amplia difusión a los
hechos, desde la violación y el asesinato de aquel niño, Peterson, en
Oklahoma, hasta los sucesos, al menos algunos de ellos, que ocurrieron en el
Agujero de Marysville. La muerte del inspector Jack Hoskins, de Flint City,
Oklahoma, por ejemplo. ¿Me equivoco?
Morton negó con la cabeza.
—En cuanto al resto de la historia, lo del visitante que cambiaba de forma
y lo que le sucedió en aquella cueva, usted cree que son delirios inducidos por
el estrés. ¿Tengo razón a ese respecto?
—Holly, yo no describiría como…
Bah, ahórreme la jerga, pensó Holly, y lo interrumpió, algo de lo que
habría sido incapaz no mucho tiempo atrás.
—Da igual cómo lo describa —dijo—. Puede creer lo que quiera. Pero
deseo pedirle una cosa, doctor Morton. Usted asiste a muchos congresos y
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