Page 192 - La sangre manda
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¿Te das cuenta? Morton habló de mi caso, como yo le pedí. Preguntó si

               había  médicos  o  terapeutas  que  tuvieran  pacientes  con  convicciones
               neuróticas similares, también como le pedí. Pero durante dieciséis meses no
               me puso en contacto con Lieberman, como prácticamente le supliqué. Se lo
               impidieron sus preocupaciones éticas, pero había algo más. Ya llegaré a eso.

                    Y resulta que ayer el doctor Lieberman volvió a llamar al doctor Morton.
               Su  paciente  de  Portland  hacía  tiempo  que  había  dejado  de  asistir  a  las
               sesiones, y Lieberman supuso que ya no lo vería más. Pero, al día siguiente de
               la explosión en la escuela Macready, el paciente lo llamó de forma inesperada

               y le preguntó si podía atenderlo en una sesión de urgencia. Como estaba muy
               alterado, Lieberman le buscó un hueco. El paciente —Dan Bell, como ahora
               sé— afirmó que el atentado de la escuela Macready era obra de su vampiro
               psíquico. Lo aseguró de manera inequívoca. Estaba tan excitado que el doctor

               Lieberman se planteó la posibilidad de una intervención y quizá incluso un
               breve internamiento involuntario. Pero al final el hombre se calmó y dijo que
               tenía que comentar sus ideas con alguien a quien conocía solo por el nombre
               de Carolyn H.

                    Aquí necesito consultar mis notas.
                    [Pausa.]
                    Sí, aquí lo tengo. Quiero reproducir ahora las palabras de Carl Morton con
               la mayor precisión posible, porque esta es la otra razón por la que dudó en

               llamarme.
                    Dijo:
                    «No fueron solo las consideraciones éticas lo que me disuadió, Holly. Es
               muy  peligroso  reunir  a  personas  con  ideas  delirantes.  Tienden  a  reforzarse

               mutuamente, lo que puede agravar las neurosis hasta convertirlas en psicosis
               en toda regla. Esa posibilidad está bien documentada».
                    «¿Por qué me llama ahora, entonces?», pregunté.
                    «Porque la mayor parte de su historia se basaba en hechos conocidos»,

               dijo.  «Porque  en  cierta  medida  me  hizo  dudar  de  mi  arraigado  sistema  de
               creencias. Y porque el paciente de Lieberman sabía ya que usted existía, no
               por  su  terapeuta,  sino  por  un  artículo  que  escribí  yo  sobre  su  caso  en
               Psychiatric Quarterly. Dijo que Carolyn H. lo entendería».

                    ¿Ves lo que quiero decir con eso de una posible fuerza en favor del bien,
               Ralph? Dan Bell quería ponerse en contacto conmigo del mismo modo que yo
               quería ponerme en contacto con él antes de saber con certeza que él existía.
                    «Le daré los números del doctor Lieberman, el de la consulta y el móvil»,

               dijo el doctor Morton. «Él decidirá si ponerla en contacto con su paciente o




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