Page 194 - La sangre manda
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[Pausa.]

                    Esto se está llenando, y tengo que ir ya a mi puerta de embarque, así que
               abreviaré. Llamé al señor Bell y me presenté como Carolyn H. Me preguntó
               cuál era mi verdadero nombre. Ese fue mi Rubicón, Ralph, y lo crucé. Dije
               que me llamaba Holly Gibney y le pregunté si podía ir a verlo. Contestó: «Si

               tiene que ver con la explosión en el colegio, y con ese ser que se hace llamar
               Ondowsky, lo antes posible».





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               Tras hacer escala en Boston, Holly llega al aeropuerto de Portland poco antes
               de  las  doce  del  mediodía.  Toma  una  habitación  en  el  Embassy  Suites  y
               telefonea a Dan Bell. El timbre suena cinco o seis veces, lo suficiente para
               que Holly se pregunte si acaso el anciano ha muerto durante la noche, dejando

               sin respuesta sus preguntas sobre Charles Ondowsky, conocido como Chet.
               En el supuesto de que el anciano realmente tenga alguna respuesta.
                    Cuando  se  dispone  a  cortar  la  llamada,  descuelga  un  hombre.  No  Dan
               Bell, un hombre más joven.

                    —¿Sí?
                    —Soy Holly —dice ella—. Holly Gibney. Me gustaría saber cuándo…
                    —Ah, señora Gibney. Ahora sería un momento idóneo. Mi abuelo tiene
               un buen día. De hecho, ha dormido toda la noche después de hablar con usted,

               y no recuerdo cuándo lo consiguió por última vez. ¿Tiene la dirección?
                    —Lafayette Street, número 19.
                    —Exacto. Yo soy Brad Bell. ¿Tardará mucho en llegar?

                    —Lo  que  me  cueste  encontrar  un  Uber.  —Y  comerme  un  sándwich,
               piensa. Un sándwich también estaría bien.




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               Cuando está acomodándose en el asiento trasero del Uber, suena el teléfono.

               Es  Jerome,  que  quiere  saber  dónde  está  y  qué  está  haciendo,  y  si  puede
               ayudarla. Holly le dice que, sintiéndolo mucho, es algo personal. Le asegura
               que se lo explicará más tarde si puede.

                    —¿Tiene que ver con el tío Henry? —pregunta Jerome—. ¿Has ido en
               busca de alguna opción de tratamiento distinta? Eso es lo que piensa Pete.





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