Page 197 - La sangre manda
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«visitante». —Sus ojos brillantes y cansados siguen fijos en los de ella. Holly

               piensa en un buitre de dibujos animados posado en la rama de un árbol.
                    Aunque en otro tiempo a Holly le habría resultado difícil —casi imposible
               — no acceder a una petición así, mueve la cabeza en un gesto de negación.
                    Él, decepcionado, se recuesta en la silla de ruedas.

                    —¿No?
                    —Usted  ya  conoce  la  mayor  parte  de  mi  historia  por  el  artículo  que
               publicó el doctor Morton en Psychiatric Quarterly y por los vídeos que quizá
               haya visto en internet. He venido a oír su historia. Llamó a Ondowsky «ser».

               Quiero saber cómo está tan seguro de que es un visitante.
                    —«Visitante» es un buen nombre para él. Excelente. —Bell se reacomoda
               la  cánula,  que  se  le  ha  ladeado—.  Un  nombre  excelente.  Se  lo  contaré
               mientras  tomamos  el  té  y  las  pastas.  Para  eso,  iremos  al  piso  de  arriba,  al

               cuarto  de  trabajo  de  Brad.  Se  lo  contaré  todo.  Quedará  convencida.  No  lo
               dude.
                    —Brad…
                    —Brad lo sabe todo —dice Dan, y hace un gesto de desdén con esa mano

               que parece de madera—. Un buen chico, gay o no. —Holly tiene tiempo para
               pensar que cuando uno pasa de los noventa años deben de parecerle «chicos»
               incluso los hombres veinte años mayores que Brad Bell—. Además es listo. Y
               no  hace  falta  que  me  cuente  usted  su  historia,  aunque  me  gustaría  que  me

               proporcionara  ciertos  detalles  por  los  que  siento  curiosidad,  pero,  antes  de
               contarle lo que sé, debo insistir en que me diga qué la llevó a sospechar de
               Ondowsky inicialmente.
                    Esa  petición  es  razonable,  y  ella  expone  su  razonamiento…,  si  es  que

               puede llamarse así.
                    —Básicamente fue esa pequeña acumulación de vello junto a la boca lo
               que me dio que pensar —concluye—. Era como si se hubiera puesto un bigote
               postizo y, al quitárselo, con las prisas, se hubiera dejado un trozo. Solo que, si

               podía cambiar todo su aspecto físico, ¿para qué iba a necesitar siquiera un
               bigote postizo?
                    Bell hace un gesto de desdén con la mano.
                    —¿Su visitante tenía vello facial?

                    Holly se detiene a pensar con la frente fruncida. La primera persona que
               encarnó  al  visitante,  un  celador  llamado  Heath  Holmes,  no  tenía  vello.  La
               segunda, tampoco. Su tercer objetivo tenía perilla, pero cuando Holly y Ralph
               se enfrentaron al visitante en la cueva de Texas, su transformación aún no era

               completa.




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