Page 229 - La sangre manda
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               Holly no está siquiera cerca de dar el día por terminado. De hecho, se dispone
               a empezar el verdadero trabajo de esta noche. Se plantea ponerse de rodillas
               para rezar un poco más antes y decide que eso sería solo postergar las cosas.

               Se recuerda que Dios ayuda a aquellos que se ayudan a sí mismos.
                    La sección Chet de Guardia, a cargo de Chet Ondowsky, tiene su propia
               página  web,  donde  aquellos  que  consideran  que  han  sido  estafados  pueden

               llamar a un número 800. Esta línea atiende las veinticuatro horas del día, y en
               la web aseguran que todas las llamadas son absolutamente confidenciales.
                    Holly respira hondo y telefonea. El timbre suena una sola vez.
                    —Chet de Guardia. Soy Monica, ¿en qué puedo ayudarle?
                    —Monica, necesito hablar con el señor Ondowsky. Es muy urgente.

                    La mujer responde con desenvoltura y sin titubeos. Holly está segura de
               que ante ella, en la pantalla, tiene un guion que incluye posibles variantes.
                    —Lo  siento,  señora,  pero  Chet  se  ha  ido  ya  por  hoy  o  está  cubriendo

               algún suceso. Con mucho gusto anotaré sus datos de contacto y se los pasaré a
               él. También sería útil que me facilitara alguna información sobre el carácter
               de su queja como consumidora.
                    —No  se  trata  exactamente  de  una  queja  como  consumidora  —contesta
               ella—, pero tiene que ver con el consumo. ¿Puede decirle eso, por favor?

                    —¿Señora? —La perplejidad de Monica salta a la vista.
                    —Necesito  hablar  con  él  esta  noche,  y  antes  de  las  nueve.  Dígale  que
               tiene que ver con Paul Freeman y el accidente de avión. ¿Me ha entendido?

                    —Sí, señora.
                    Holly la oye teclear.
                    —Dígale también que tiene que ver con Dave van Pelt, de Dallas, y con
               Jim Avery, de Detroit. Y dígale, esto es muy importante, que tiene que ver
               con Philip Hannigan y la discoteca Pulse.

                    Al oír esto, Monica pierde su anterior desenvoltura.
                    —¿No es ahí donde un hombre mató…?
                    —Sí —la interrumpe Holly—. Dígale que llame antes de las nueve o me

               llevaré mi información a otra parte. Y no olvide decirle que no se trata de
               consumidores, pero sí de consumo. Él sabrá a qué me refiero.
                    —Señora, puedo transmitir el mensaje, pero no puedo garantizarle…
                    —Si lo transmite, él llamará —asegura Holly, y espera no equivocarse.
               Porque no tiene Plan B.





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