Page 233 - La sangre manda
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—¿Qué quiere? —pregunta él otra vez.

                    —Mañana —dice Holly, y corta la comunicación.
                    Más  tarde,  después  de  organizar  el  vuelo  a  Pittsburgh  de  la  mañana
               siguiente, se tiende en la cama, con la idea de dormir aunque sin demasiadas
               esperanzas. Se pregunta —tal como hizo al concebir el plan— si de verdad

               necesita  encontrarse  con  él  cara  a  cara.  Cree  que  sí.  Cree  que  lo  ha
               convencido de que tiene el material sobre él (como diría Bill). Ahora debe
               mirarlo  a  los  ojos  y  darle  una  salida.  Tiene  que  convencerlo  de  que  está
               dispuesta  a  cerrar  un  trato.  ¿Y  qué  clase  de  trato?  Su  primera  idea,

               descabellada, fue decirle que quiere ser como él, que quiere vivir… quizá no
               eternamente, eso suena demasiado extremo, pero sí cientos de años. ¿Se lo
               creería o pensaría que lo estaba engañando? Muy arriesgado.
                    Dinero, pues. Tiene que ser eso.

                    Eso se lo creerá, porque lleva observando el desfile humano desde hace
               mucho  tiempo.  Y  despreciándolo.  Ondowsky  cree  que  para  los  seres
               inferiores, para el rebaño al que a veces diezma, siempre es una cuestión de
               dinero.

                    En algún momento después de medianoche, por fin se duerme. Sueña con
               una cueva de Texas. Sueña con un ser que parecía un hombre hasta que lo
               golpeó  con  un  calcetín  lleno  de  bolas  de  cojinete  y  se  le  hundió  la  cabeza
               como la falsa fachada que era.

                    Grita en sueños.








































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