Page 230 - La sangre manda
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—Necesito sus datos de contacto, señora.
—Tiene mi número en su pantalla —dice Holly—. Esperaré la llamada
del señor Ondowsky para dar mi nombre. Le deseo que tenga una buena tarde.
Holly corta la comunicación, se enjuga el sudor de la frente y consulta su
Fitbit. Ritmo cardíaco, 89. No está mal. En otro tiempo, con una llamada así
se le habría disparado por encima de 150. Mira el reloj. Las siete menos
cuarto. Saca el libro de la bolsa de viaje y de inmediato vuelve a guardarlo.
Está demasiado tensa para leer, así que pasea de un lado a otro.
A las ocho menos cuarto, cuando está sin blusa en el cuarto de baño
lavándose las axilas (no usa desodorante; supuestamente el clorhidrato de
aluminio es inocuo, pero ella tiene sus dudas), suena el teléfono. Respira
hondo dos veces, eleva una brevísima oración —Dios, ayúdame a no pifiarla
— y contesta.
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En la pantalla de su teléfono se lee NÚMERO OCULTO. A Holly no le
sorprende. Él está llamando desde su teléfono particular o quizá desde un
desechable.
—Soy Chet Ondowsky, ¿con quién hablo? —Emplea un tono de voz
sereno, cordial y controlado, el de un periodista de televisión veterano.
—Me llamo Holly. De momento no necesita saber nada más. —Piensa
que por ahora mantiene el tono adecuado. Pulsa el Fitbit. Ritmo cardíaco, 98.
—¿De qué se trata, Holly? —Interesado. Invitando a hablar con
confianza. Este no es el hombre que informó sobre el cruento horror en el
municipio de Pineborough; este es Chet de Guardia, que quiere saber cuánto
te cobró de más el individuo que te asfaltó el camino de acceso o cómo te
estafó la compañía de la luz añadiéndote en la factura kilovatios que no habías
consumido.
—Creo que ya lo sabe —dice ella—, pero asegurémonos. Voy a enviarle
unas fotos. Deme su dirección de correo electrónico.
—Si mira en la web de Chet de Guardia, Holly, encontrará…
—Su dirección de correo particular. Porque no le conviene que nadie vea
esto. Créame, de verdad no le conviene.
Sigue un silencio, tan largo que Holly teme haberlo perdido, pero por fin
le da la dirección. La anota en una hoja de papel del Embassy Suites.
—Se las envío ahora mismo —dice—. Preste especial atención al análisis
espectrográfico y a la foto de Philip Hannigan. Vuelva a llamarme dentro de
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