Page 232 - La sangre manda
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—Esto sí se lo creerán. Tengo mucha información, señor Ondowsky, lo

               que creo que ustedes los periodistas llaman «contexto de fondo», y cuando
               salga a la luz, si es que sale, la gente empezará a indagar en sus vidas pasadas.
               Todas sus vidas pasadas. Su tapadera no solo se vendrá abajo; estallará. —
               Como la bomba que entregó para matar a esos niños, piensa.

                    Nada.
                    Holly se mordisquea los nudillos y espera a que hable. Le cuesta mucho,
               pero espera.
                    —¿De dónde ha sacado esas fotos? —pregunta él por fin—. ¿Quién se las

               ha dado?
                    Holly ya preveía que saldría con eso, y sabe que ha de darle algo.
                    —Un hombre que le ha seguido el rastro durante mucho tiempo. Usted no
               lo conoce ni lo encontrará nunca, pero no tiene que preocuparse por él. Es

               muy viejo. Por quien debe preocuparse es por mí.
                    Sigue otro largo silencio. A Holly le sangra un nudillo. Por fin llega la
               pregunta que esperaba.
                    —¿Qué quiere?

                    —Se lo diré mañana. Nos encontraremos a las doce del mediodía.
                    —Me han encargado una tarea…
                    —Cancélela —ordena la mujer que en otro tiempo andaba por la vida con
               la cabeza gacha y los hombros encorvados—. Ahora su tarea es esta, y dudo

               que quiera echarla a perder.
                    —¿Dónde?
                    Holly está preparada para eso. Ha hecho indagaciones.
                    —La zona de restaurantes del centro comercial Monroeville. Está a menos

               de veinticinco kilómetros de los estudios de su cadena, así que para usted será
               cómodo, y para mí, seguro. Vaya a Sbarro, mire alrededor y me verá. Llevaré
               una cazadora de cuero marrón abierta con un jersey rosa de cuello alto debajo.
               Tendré un trozo de pizza y un café en un vaso de Starbucks. Si no está allí a

               las doce y cinco, me marcharé y venderé mi mercancía.
                    —Es una chiflada; nadie la creerá.
                    No parece muy convencido, pero tampoco parece que tenga miedo. Parece
               colérico. No hay problema, piensa Holly, eso puedo sobrellevarlo.

                    —¿A quién pretende convencer, señor Ondowsky? ¿A mí o a sí mismo?
                    —Es usted todo un personaje, señora. ¿Lo sabía?
                    —Un amigo mío estará vigilando —añade Holly. No es verdad, pero eso
               Ondowsky no lo sabrá—. Mi amigo desconoce de qué va esto, por eso no se

               preocupe, pero estará vigilándome. —Hace una pausa—. Y a usted también.




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