Page 235 - La sangre manda
P. 235
No.
¿Seguía ella preocupada (un poco preocupada)?
Sí. Pero con algunas preocupaciones había que saber vivir.
Vuelve a guardarse el teléfono en el bolsillo y decide bajar a la sala de
música y ensayar con la guitarra hasta historia estadounidense del siglo XX.
Está intentando aprender «In the Midnight Hour», la vieja canción soul de
Wilson Pickett. Cuesta horrores marcar los acordes en los trastes, pero poco a
poco lo va consiguiendo.
Al salir casi tropieza con Justin Freilander, un alumno de tercero que es
miembro fundador de la brigada de locos por la tecnología del Houghton, y
que —según los rumores— está colgado de ella. Le sonríe, y de inmediato
Justin adquiere ese alarmante tono rojo del que solo son capaces los chicos
blancos. Rumores confirmados. De pronto a Barbara se le ocurre que eso
podría ser cosa del destino.
—Eh, Justin —dice—. Me pregunto si podrías ayudarme con una cosa.
Y se saca el teléfono del bolsillo.
2
Mientras Justin Freilander examina el teléfono de Barbara (que, oh, cielos,
sigue caliente después de haber estado en su bolsillo trasero), Holly aterriza
en el aeropuerto internacional de Pittsburgh. Al cabo de diez minutos, hace
cola ante el mostrador de Avis. Sería más barato pedir un Uber, pero disponer
de su propio vehículo es más sensato. Aproximadamente un año después de
que Pete Huntley se incorporase a Finders Keepers, se inscribieron los dos en
un curso de conducción con el objetivo de aprender tácticas de vigilancia y
evasión, un recordatorio para él, algo nuevo para ella. No prevé necesitar hoy
lo primero, pero no descarta que tenga que recurrir a lo segundo. Va a
reunirse con un hombre peligroso.
Estaciona en el aparcamiento de un hotel del aeropuerto para matar el rato
(llegaré antes de tiempo a mi propio funeral). Llama a su madre. Charlotte no
contesta, lo cual no significa que no esté; activar el buzón de voz es una de
sus viejas técnicas de castigo cuando considera que su hija se ha pasado de la
raya. A continuación, Holly llama a Pete, que vuelve a preguntarle en qué
anda y cuándo regresará. Pensando en Dan Bell y en su nieto sumamente gay,
le dice que ha ido de visita a casa de unos amigos de Nueva Inglaterra y que
estará en la oficina el lunes por la mañana temprano.
Página 235