Page 250 - La sangre manda
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18 de diciembre de 2020







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               Charlotte, Holly y el tío Henry están sentados en un rincón de la sala común

               de Rolling Hills, ya decorada para las fiestas. Cuelgan cintas de espumillón y
               fragantes  guirnaldas  de  ramas  de  abeto  que  casi  disimulan  el  permanente
               aroma a orina y lejía. Hay un árbol con luces y bastones de caramelo. Los

               altavoces emiten villancicos, trilladas melodías de las que Holly prescindiría
               con gusto el resto de su vida.
                    En apariencia, los residentes no rebosan espíritu festivo; casi todos están
               viendo un publirreportaje sobre algo llamado Ab Lounge, un ejercitador de
               abdominales, en el que sale una chica sexy con un leotardo de color naranja.

               Unos  cuantos  permanecen  de  espaldas  al  televisor,  algunos  en  silencio,
               algunos  de  charla,  algunos  hablando  solos.  Una  anciana  muy  menuda,  con
               una sencilla bata verde, está inclinada sobre un enorme puzle.

                    —Esa  es  la  señora  Hatfield  —señala  el  tío  Henry—.  No  recuerdo  su
               nombre de pila.
                    —Cuenta la señora Braddock que la salvaste de una caída peligrosa —
               comenta Holly.
                    —No, esa fue Julia —corrige el tío Henry—. Allá en el vieeejo remanso.

               —Se ríe como la gente cuando recuerda los tiempos de antaño. Charlotte alza
               la vista al techo—. Yo tenía dieciséis años, y Julia, creo… —Su voz se apaga
               de manera gradual.

                    —Déjame verte el brazo —ordena Charlotte.
                    El tío Henry ladea la cabeza.
                    —¿El brazo? ¿Por qué?
                    —Tú déjame verlo.
                    Se lo agarra y le sube la manga de la camisa. Tiene un moretón de tamaño

               considerable, pero nada del otro mundo. A ojos de Holly, parece un tatuaje
               que se ha degradado.
                    —Si así es como cuidan a la gente, deberíamos demandarlos en lugar de

               pagarles —dice Charlotte.





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