Page 254 - La sangre manda
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Charlotte no consiente que Holly la ayude a preparar la comida; cada vez que
su hija entra en la cocina, la ahuyenta. El día se hace muy largo, pero por fin
llega la hora de la cena. Charlotte se ha puesto el vestido verde que lleva
siempre por Navidad (orgullosa de que todavía le quepa). Luce su prendedor
navideño —acebo y bayas de acebo— en el sitio de costumbre, por encima
del pecho izquierdo.
—¡Una auténtica cena de Nochebuena, como en los viejos tiempos! —
exclama al tiempo que acompaña a Holly al comedor sujeta por el codo.
Como a un reo al que conducen a la sala de interrogatorios, piensa Holly—.
¡He preparado todos tus platos preferidos!
Se sientan una enfrente de la otra. Charlotte ha encendido sus velas de
aromaterapia, que emanan un aroma a citronela, y a Holly le entran ganas de
estornudar. Brindan con vino Mogen David (un auténtico aj donde los haya)
en vasos de chupito y se desean feliz Navidad. A eso sigue una ensalada, ya
aliñada con una salsa ranchera espesa como moco que Holly aborrece
(Charlotte cree que le encanta), y un pavo seco como el esparto que solo
puede ingerirse acompañado de mucho jugo para lubrificar el paso. El puré de
patatas tiene grumos. Los espárragos, demasiado hechos, están tan blandos y
repugnantes como siempre. Solo la tarta de zanahoria (comprada en la tienda)
sabe bien.
Holly no deja nada en el plato y elogia a su madre. Que despliega una
sonrisa radiante.
Una vez recogidos los platos (Holly seca, como siempre; su madre afirma
que nunca quita toda la «porquería» de los cazos), se retiran al salón, donde
Charlotte busca el DVD de Qué bello es vivir. ¿Cuántas Navidades la habrán
visto? Una docena como mínimo, es probable que más. El tío Henry antes era
capaz de repetir todas las frases. Quizá, piensa Holly, todavía pueda. Ha
indagado sobre el alzhéimer en Google y ha averiguado que es imposible
saber qué zonas del cerebro permanecen activas cuando los circuitos se
cierran, uno tras otro.
Antes de que empiece la película, Charlotte entrega a Holly un gorro de
Papá Noel… y con gran ceremonia.
—Siempre te lo pones cuando vemos esta película —dice—. Desde que
eras niña. Es una tradición.
Holly ha sido toda su vida una entusiasta del cine y ha descubierto detalles
de los que disfrutar incluso en películas que la crítica ha destrozado (cree, por
ejemplo, que Cobra, de Stallone, está lamentablemente infravalorada), pero
Qué bello es vivir siempre le ha causado desazón. Al principio de la película
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